Bill Russell

Intentar abarcar la figura de Bill Russell es casi imposible. Su importancia baloncestística, deportiva, social y hasta histórica es inimaginable. Su dominio junto a los Celtics de los 50 y 60 fue absoluto, pulverizando récords de palmarés mientras su gran rival, Wilt Chamberlain -juntos formarían la primera rivalidad de entidad de la historia de la liga-, los pulverizaba en estadísticas individuales. Sus 8 anillos seguidos y los 11 campeonatos en 13 años de carrera son un hito que constata un dominio al alcance da nadie en el deporte americano y algo que muy pocos en el deporte mundial han conseguido. La NBA era Bill Russell mientras Bill Russell no opinara lo contrario.

El pívot convertía en oro todo lo que tocaba. Tras conseguir 2 títulos de la NCAA con la Universidad de San Francisco y una medalla de oro con la selección en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956, Russell fue elegido por unos Boston Celtics que no conocían lo que era el éxito en la liga. Auerbach sabía de lo que sería capaz el de Luisiana y no quiso dejarlo escapar, traspasando al 6 veces All-Star Ed Macauley y al rookie Cliff Hagan a los Hawks a cambio de la elección que acabaría materializándose en Bill Russell. A pesar de la visión actual del baloncesto, por aquel entonces el pívot era valorado como una figura eminentemente ofensiva, siendo Bill Russell una rara avis dentro de la liga. Pero Auerbach supo dar el paso para convertirlo en la figura central de su proyecto.

En un equipo capitaneado por Bob Cousy, Bill Russell se hizo con el bastón de mando, dejando en un segundo lugar al base en apenas 1 temporada. Cuando las circunstancias separaron a Cousy del baloncesto, recayó sobre Russell un peso gigante y las dudas sobre si podría ganar la NBA sin Bob afloraban. Para Russell aquel reto fue tan sencillo que no ganaría uno, sino 5 anillos sin su escudero. Y es que aquellos Celtics impusieron una dinastía inquebrantable en la NBA durante 13 años.

Boston y Bill

Bill Russell se convirtió en ídolo de los Celtics, amaba al equipo y su relación con Auerbach era la de un pupilo y su maestro. Sin embargo, la relación de Russell con la ciudad de Boston no fue tan fructífera. Siendo una ciudad de población mayoritariamente blanca, la llegada de un jugador negro que se convertiría, además, en la primera estrella afroamericana de la liga chocó con los aficionados, que no aceptaron de buen grado su llegada. Tampoco Bill los aceptaba a ellos; en ocasiones llegó a decir que el jugaba para los Celtics, no para Boston.

Por el lado de Boston aquella animadversión fue mucho más allá. Russell reconocía que muchas veces había recibido insultos racistas de las gradas del Boston Garden. Aquellos que celebraban los triunfos de los Celtics no eran capaces de concebir que la estrella de aquel equipo no fuera blanca. Esto quedó constatado en una encuesta que los Celtics hicieron a sus aficionados preguntando qué debería cambiar el equipo para aumentar su público; más de la mitad de los encuestados respondió que les gustaría que el equipo tuviera menos jugadores negros. Esto motivó que Bill no firmara autógrafos a los aficionados, algo que provocó más de un encontronazo. Pero el pívot se tomaba aquello como una motivación extra, aquella ira que los aficionados de Boston le producían le servía para mejorar su juego.

La confrontación llegó hasta tal punto que Russell pidió que la ceremonia de retirada de su camiseta se hiciera solo con sus compañeros y con la organización de los Celtics. El día en el que la camiseta verde con el 6 a la espalda escaló hasta el techo del Boston Garden las gradas estaban abarrotadas de un silencio jamás imaginado. La pista, antaño invadida por el público en las victorias en las finales, estaba entonces invadida de una solemnidad propia de la legendaria figura homenajeada, pero impropia de una celebración de aquel calibre. No sería hasta 1999 cuando los Celtics organizarían, ya en el Fleet Center, una ceremonia apropiada para su mayor estandarte. Un acto con compañeros, amigos y rivales, como Wilt Chamberlain, quién dejaría una frase para el recuerdo: «Russell es un avaricioso. Tiene 11 anillos y solo 10 dedos».

La conflictiva relación de Boston con Russell no acabó ahí y alcanzó su pico el día en el que, mientras jugaban un partido en Kentucky, varios vándalos irrumpieron en su casa. A la vuelta, Bill se encontró con las paredes impregnadas de pintura con frases racistas, su vitrina de trofeos destrozada y con heces en su cama. Pero ni aquel imperdonable acto impidió a Bill Russell seguir en Boston. A pesar del empeño de la ciudad por decirle a Russell que aquel no era su sitio, él tenía un empeño mayor por demostrar que eran ellos los que debían largarse. A pesar de los homenajes y de la estatua del pívot que desde 2013 habita el centro de la ciudad, Boston estará en deuda para siempre con un jugador que representó a la ciudad como ningún otro, a pesar de que la ciudad se negara a ello.

Compromiso más allá de Boston

Los ciudadanos de Boston no eran los únicos enemigos de Bill por aquel entonces, ni siquiera los mayores. Aquello que más combatió fue el racismo y la injusticia social. Russell fue, como ya dijimos, una figura pionera en la liga como la primera estrella y el primer MVP negro de la NBA. Algo que en una Estados Unidos como la de mediados del siglo pasado no era bien visto por gran parte de la población americana. Por hacernos una idea del momento que se vivía, Rosa Parks fue detenida por negarse a ceder su asiento a un blanco solo un año antes de que Russell fuera drafteado y Malcolm X, Medgar Evers y Martin Luther King fueron asesinados en el transcurso de la carrera de Bill en Celtics.

El propio Russell fue un ferviente militante de los movimientos sociales en favor de los derechos civiles de los negros, llegando a estar presente en el famoso discurso del ‘I have a dream’ de Martin Luther King. Otro de los grandes eventos que marcaría su lucha por los derechos de los afroamericanos fue su apoyo a Muhammad Ali cuando se negó a serr reclutado para la guerra de Vietnam, un evento que enfrentó aún más al denominado «Black Power» con la sociedad blanca americana.

Russell nunca perdió oportunidad de luchas contra las injusticias. En 1961 los Celtics preparaban un partido de exhibición contra los Hawks en Kentucky. Antes del partido, Sam Jones y Tom Sanders, compañeros de Russell fueron expulsados de una cafetería por negros, algo que encendió su furia y la de sus compañeros, sobre todo la de Russell y K. C. Jones, además de las de varios jugadores de Hawks. Tanto fue así que hasta 7 jugadores de ambos equipos se negaron a disputar el partido en protesta por lo ocurrido en aquel bar. El partido acabaría jugándose solo con jugadores blancos, pero aquello sentó un precedente, Walter Brown, dueño de los Celtics, decidiría no volver a jugar un partido de exhibición en un estado dónde sus jugadores no pudieran ser servidos en un restaurante. Russell acabaría declarando que «los negros están están luchando por sobrevivir en un mundo cambiante, están luchando por sus derechos y yo estoy con ellos».

Estos son solo algunos de los momentos que marcaron la carrera de una de las figuras más importantes de la historia de la liga. Su inabarcable figura dejó un legado imborrable, el legado de un campeón, un luchador, una persona concienciada, un ídolo de las generaciones venideras. A pesar de la falta de testimonios visuales, Bill es considerado una influencia de un valor casi inigualable en la historia de la liga americana más concienciada y progresista. Sin Bill Russell no se entendería el peso de las protestas sociales que han tenido lugar a lo largo de la historia de la NBA, las cuales han cobrado mayor importancia en años recientes. Sin Bill Russell sería muy complicado entender el baloncesto americano y mundial, pero por desgracia nos va a tocar dar el paso y entender el deporte sin una de sus máximas expresiones.

Bill Russell (1934-2022), Descanse En Paz.