Los grandes equipos son recordados por las gestas de las estrellas que cada conjunto lleva como estandartes. Como mucho, las segundas o terceras espadas salen a relucir en las conversaciones una vez pasado el fervor propio de la temporada, cuando el éxito deja paso a una nueva campaña como principal tema de actualidad en la NBA. Quizá el tiempo que transcurre entre el éxito y la vuelta a la rutina es demasiado corto; quizá se haga aún más corto para aquellos que están en estado de euforia por lo conseguido. Y si para alguien es escaso ese lapso, es para aquellos jugadores para los que unas finales solo significan una pequeña frase al pie de su currículum, para los jugadores de rol que no actualizarán su posición en el ranking de mejores de la historia, que no competirán por sentarse en la mesa de Duncan, de LeBron o de Jordan.
Esos jugadores, a menudo calificados como «de rol» y que en todos los equipos históricos han sido importantes, no nos confundamos, quizá cobren una importancia mayor en el caso particular de esta temporada de los Celtics. Más allá de los dos soles sobre los que orbita el resto, tanto jugadores como sistema de juego, Boston posee una rotación de muchísima calidad. Es cierto que no es amplia; Udoka, al contrario que su predecesor, Stevens, se caracteriza por un reparto de minutos definido y concentrado en pocos jugadores. Los Celtics han empleado en estos Playoffs a 7 piezas, con la incursión en ocasiones de Theis y Pritchard, que pueden pasar de «DNP» a jugar 20 minutos en dos partidos consecutivos.
Smart, Robert Williams, Horford, White y Grant Williams son los 5 escuderos de oro de los Jays. Jugadores acostumbrados a trabajar en la sombra, a aprovechar cada minuto en cancha para que el equipo funcione sin que ello signifique necesariamente destacar en el plano individual. Y es que, en un equipo tan defensivo como Boston, es normal que destaquen este tipo de perfiles cuyo valor muchas veces huye de lo mesurable por las estadísticas, aunque en ocasiones estas si reflejen su aportación, aunque más de manera colateral que intencionada.
A pesar de la sensación de extrañeza y del sabor agridulce que deja la temporada de los de Massachussets, habría que darles a esos 5 jugadores el reconocimiento que merecen por una temporada con una narrativa tan buena como la de Boston. El relato que acompaña a cada uno estos jugadores durante el último curso no difiere del mostrado por el conjunto en cuanto a épica, por lo que son sin duda merecedores de las siguientes líneas.
Marcus Smart
No creo que nadie haya descubierto a Smart esta temporada. Un jugador famoso por su defensa y su intensidad en cualquier punto de la cancha. Calificado por algunos como un Dennis Rodman de bolsillo, siempre ha sido valorado por su entrega y su valor como motor de un vestuario y un grupo. Sin embargo, este año se ha enfrentado a un reto mayor, viéndose obligado a escapar de ese rol de defensor en el que había quedado encasillado. Su rendimiento en ese lado de la cancha no ha empeorado, de hecho, le ha llevado a ser el primer guard Defensor del Año desde Gary Payton en los 90. No obstante, ha sido en la faceta ofensiva donde ha debido dar un mayor salto al tener que ejercer como base puro.
Pero, antes de nada, estamos aquí por la narrativa y la de los Celtics esta temporada no se entendería sin las declaraciones de Smart en noviembre del año pasado, cuando, tras una derrota contra los Bulls que ponía a los Celtics con un 2-5 de récord, aseguró en rueda de prensa que “Tatum y Brown no querían pasar el balón”. Esto levantó un torbellino que, unido a los malos resultados del equipo, hizo aflorar serias dudas sobre el rumbo del proyecto y el encaje que tenían sus estrellas con el resto del equipo y entre sí. Boston, y especialmente Smart, se enfrentaba a una empresa, la de reconducir el rumbo perdido, que no por ser habitual en la franquicia deja de ser de difícil resolución. Un rompecabezas que traspasaba las líneas de la pista y afectaba al vestuario.
Aunque hubo que esperar a la entrada del nuevo año para ver una mejora clara en los resultados, el papel de Smart cambió desde aquellas declaraciones. El balón empezó a pasar por sus manos, como él demandaba, y, a partir de ahí, se vertebró un ataque más equilibrado con Brown y Tatum en un papel más ejecutor a partir del juego de los demás, en lugar de alternarse para jugar aclarados. La ofensiva de los verdes tomó un cariz mucho más colectivo con Smart actuando como organizador principal. Con ello no solo empezó a fluir el balón, sino también los sentimientos positivos, que se transmitían de unos a otros como suele ocurrir en épocas de bonanza.
Es cierto que Smart jamás se convertirá en un base “puro”, pero, en una NBA coronada actualmente por un base “impuro” como Curry, quizá ese perfil sea, si no menos necesario, sí sustituible por otros. Es el caso de Smart, que gracias a su genial lectura de juego consigue dar siempre un pase certero. Famosas son ya las jugadas para iniciar el partido o tras tiempo muerto en las que sirve un milimétrico alley oop para que Robert Williams destroce el aro, por no hablar de la espectacular toma de decisiones que ejecutó en el primer partido contra Nets, librándose de su marca con un amago y dándole a Tatum un pase perfecto para culminar la victoria céltica. Smart demostraba así que su ansia de balón no respondía a una demanda de protagonismo, si no al conocimiento de esto como una condición sine qua non para mejorar el desempeño del equipo.
Tampoco se puede olvidar su influencia directa en el aspecto anotador. Tras un partido de noviembre contra los Lakers, en el que Marcus consiguió liberarse en gran parte de las pesadas cadenas que suponían sus triples precipitados para embestir el aro con mucha más convicción, se convirtió en un arma fiable para el ataque de los Celtics. A pesar de no ser un jugador con una gran altura, su portentoso físico le proporciona una ventaja sobre rivales más endebles, facilitando encontrar el aro en penetraciones y al poste.
Los Celtics necesitaban un líder espiritual, una piedra angular sobre la que debía girar tanto el juego como el vestuario. Y Smart ha sido eso, un capitán sin brazalete, un general que se enfunda el uniforme de soldado y acompaña a sus subordinados a la batalla. Aquellas declaraciones de Smart, igual que el tuit de Brown, cobran hoy una naturaleza casi premonitoria. Como si en ese momento hubiera sabido que el destino de Boston cambiaría con aquella decisión, catapultando al equipo en el plano deportivo y humano.
Robert Williams
La temporada empezaba con un nuevo contrato para Rob Williams, uno que lo convertía en un jugador hecho y derecho, un pívot titular de un aspirante al anillo. Sus problemas de salud, de los que no se ha librado tampoco esta temporada, parecían complicar su transición a ese nuevo rol. El comienzo de temporada no fue del todo acertado, perdiendo peso organizativo en ataque, donde el año pasado se había demostrado muy hábil, en especial desde el poste alto. En defensa, su excesivo apego al tapón le hacía presa fácil de amagos y fintas, aunque sus números de tiros bloqueados seguían siendo élite de la liga.
Pero los Celtics y Udoka necesitaban algo más de él, un rol distinto que pudiera maximizar su potencial defensivo. Y el cambio de cara que dieron los Celtics a mitad de temporada fue propiciado por un nuevo papel para Williams. Mientras que en el inicio de la temporada Rob era emparejado con los pívots rivales, muchas veces siendo el único exento de cambiar en todas las ocasiones como predica Ime, a partir de enero, pasaría a emparejarse con los piezas más débiles del engranaje rival, generalmente jugadores con poca amenaza exterior. Este cambio partía de la premisa de utilizar a Time Lord como un corrector al más puro estilo de Antetokounmpo en Bucks. No la pieza con la que quieres que la estrella rival se enfrente en 1 contra 1, sino el servicial ayudante que puede acudir a cerrar la pintura cada vez que un jugador supere a su defensor.
De esta manera, Williams no solo tenía que demostrar al mundo que era digno de su salario, también tenía que demostrar a Udoka y a sus compañeros que era capaz de ser el ancla defensiva. Esto hubiera sido algo inimaginable para aquel niño nacido en una pequeña localidad de apenas 2.000 habitantes como Oil City. Ese físico prodigioso contrasta muchas veces con la humildad característica de Rob, su timidez, su alergia a los focos. También su tendencia a darle demasiadas vueltas a las cosas, secuela inevitable de su inteligencia, hacia difícil dar ese paso adelante. Durante toda su vida había tenido que verse forzado a salir de su zona de confort. Una ocasión tras otra, había superado sus expectativas acerca de cuál era su verdadero límite; una vez tras otra, dudaba si debía dar el siguiente salto.
Esta vez no sería diferente, pero en ese puesto de líbero defensivo, Williams desplegó todo su talento y encontró su sitio, su sentido. No solo siguió manteniendo su facilidad para taponar, sino que alargó su sombra para aterrorizar a los penetradores rivales. Los atacantes se enfrentaban a 2 pruebas de gigantesca dificultad: superar a los exteriores de Boston, entre los que se encuentran defensores de élite como Tatum, Brown, White o el DPOY, Smart; y, tras haber superado esa primera prueba hercúlea, enfrentarse a la complicada tarea de evitar el tapón y la intimidación de Williams. Esto convirtió a Boston en la mejor defensa de la liga. Algo que parece aún más increíble viendo el inicio desastroso de los Celtics.
Williams acabó la temporada regular como serio candidato a ser defensor del año, algo que no hubiera ocurrido si el pívot no hubiera vuelto a ponerse al borde del abismo de sus expectativas y hubiera confiado en dar el siguiente paso. Paso motivado en parte por su compañero Jaylen Brown, quién le recordaba continuamente, viendo en Rob una personalidad similar a la suya, que desechará su miedo a ser bueno, su miedo a fallar por intentar ir un nivel más allá.
Estos comentarios de Brown no hacen si no demostrar el gran cariño que le profesan sus socios de vestuario, muchos de los cuáles le califican como su mejor compañero. Y no solo los jugadores, numerosos son los elogios que tanto Stevens como Udoka han dedicado al pívot. Aunque, si hay que destacar a alguien, ese es Jerome Allen, antiguo entrenador ayudante de los Celtics que desde que estableció una conexión especial con Williams desde que llegó. En todas aquellas dudas iniciales en su carrera, Allen fue un creyente incondicional en Rob, algo que le proporcionó un apoyo para llegar hasta donde está hoy. Sin duda sin la muleta que supuso el asistente, Williams no podría haber llegado a ser uno de los mejores pívots defensivos de la liga, algo que le ha agradecido llamando a su hijo Hendrix Rome, siendo su segundo nombre en honor a Jerome.
Draft Day brings back special memories pic.twitter.com/Uu5EkIIrCf
— Boston Celtics (@celtics) June 23, 2022
Al Horford
29 de mayo de 2021. Tras una campaña en Oklahoma en la que acabó más cerca de la retirada que de la continuidad, Al Horford va camino de la guardería de su hijo. Es el día de su graduación, la tarde transcurrirá entre magdalenas, risas y fotografías para recordar el momento. Por primera vez desde 2014 tiene tiempo para poder disfrutar de su familia sin estar pensando en los Playoffs. Es tiempo para él y para los suyos, y la sensación es placentera, puede que vuelva a repetirse pronto.
29 de mayo de 2022. Horford observa desde la esquina izquierda del campo ofensivo de los Celtics como Smart bota hasta llegar al aro e intenta superar a Adebayo y Butler. Hierro. Al entra dentro de la línea de tres, pero, tras ver cómo Butler atrapa el rebote, sale disparado hacia su campo. Su carrera lateral le permite ver la posición de Jimmy. Se posiciona de espaldas al aro propio, entre la línea de triple y la zona, como un torero esperando al toro, pero en este caso su labor es confrontarlo en lugar de evitarlo. En cualquier caso, el alero de Miami opta por eludir a Horford y se eleva desde más allá de la línea de tres puntos. Está demasiado lejos, su esfuerzo no le permite llegar. Hierro de nuevo. El balón acaricia las manos de Brown, que lo desvía hacia la nueva posición de Horford, rebote.
Instantes más tarde Boston alcanzaba por primera vez desde 2010 unas finales de la NBA. Para el dominicano serían las primeras tras 15 temporadas en la liga. No se lo podía creer. No era para menos. Mientras se arrodillaba ante el parqué y lo golpeaba, liberándose de la tensión de una serie que parecía infinita, recordaba donde estaba hacía 1 año. Recordaba a su hijo, su carrera deportiva cogiendo polvo en el altillo, su felicidad por pasar tiempo con su familia. 365 días separaban dos momentos muy felices en su vida. Sin embargo, aquellos dos instantes no podían ser más opuestos entre sí.
Pero Horford sabía desde el principio de temporada que llegaría hasta allí. Daban igual las pruebas que les pusieran, él estaba de vuelta en Boston e iba a hacer lo posible para dar a su equipo, porque los Celtics son su equipo, la oportunidad de pelear por un anillo. Todos aquellos meses de sufrimiento en Philadelphia, el odio de los fans, el mensaje de que Daigneault no contaba más con él para la temporada. Todo aquello cobraba sentido con su vuelta a Boston, la ciudad donde quería estar y que le acabaría brindando un pase para las finales de la NBA.
Huge rejection by @Al_Horford ❌ pic.twitter.com/8eNX9Q7zMt
— Boston Celtics (@celtics) June 17, 2022
Derrick White
La principal adquisición de los Celtics en el límite de traspasos llegaba con buen cartel. Discípulo del Popovich tardío, un jugador entregado a la tarea colectiva, trabajador y capaz de sobresalir cuando las circunstancias lo demandaban. El perfil era idóneo para un equipo que buscaba perfiles que bajaran el culo en defensa y fueran disciplinados y diligentes en campo contrario. Además, sus dotes en la lectura de juego ayudarían a un equipo que optó por la ausencia de un base tradicional y alternaba entre sus componentes la labor organizativa.
A pesar de lo sencillo que eso suena, el rendimiento inicial de White si bien no fue malo, no fue todo lo lustroso que se esperaba. A esto no ayudó el alto precio que se pagó por él. En defensa cumplió con creces su papel de freno de los exteriores rivales y apuntaló la mejor defensa de la NBA esta temporada. En ataque, sin embargo, sus malos porcentajes de tiro acabaron desembocando en flotaciones por parte del rival, enfangando la circulación en muchos momentos.
Aunque White no mostraba su mejor rendimiento los Celtics continuaban con su impresionante racha. Segundos del este, llegaron a las finales de conferencia contra un duro equipo como Miami Heat. Antes del segundo juego de la serie recibe una llamada mitad terrenal mitad divina: su mujer va a dar a luz. White coge un vuelo de vuelta a Boston para poder ver el nacimiento de su hijo, el cuál se pierde por una hora.
Es entonces cuando White, quizá viendo en el rostro de su hijo todo lo que significa su legado, despliega su mejor juego. Se reconcilia con el triple dejando partidos como el primero de las finales, en el que anota 5 tiros desde el perímetro. Su espléndida toma de decisiones hace de él un sexto hombre con muchísimo valor. Su fiabilidad defensiva sigue progresando. Y, aunque no consiguiera llevarle a su hijo Hendrix el anillo que le prometió, White ha encontrado en Boston una nueva casa, un proyecto que, al igual que el de San Antonio, se cimenta en la colectividad y el grupo más que en el peso de sus estrellas.
Podemos decir que ese puzle necesitaba una pieza como la que representa White. Desde joven su tamaño y fragilidad le negaron el dominio del baloncesto, transcurriendo su vida entre papeles secundarios. Tras acabar el instituto, White apenas sobrepasaba el 1,80 de estatura y ninguna universidad quiso becarlo, por lo que al final tuvo que conformarse con jugar en la Universidad de Colorado Springs, en la segunda división de la NCAA, gracias a que Jeff Culver, el entrenador del equipo, conocía a Derrick. Poco tiempo pasó hasta que aquella ausencia de becas se convirtió en un error. En sus tres temporadas allí se convirtió en el líder en puntos y asistencias de la universidad, a la que llevaría al título de la segunda división en 2015.
A partir de ahí, White siguió probando que las valoraciones iniciales no hacían justicia a su calidad real, llegando a ser parte del mejor quinteto de la Pac-12 y consiguiendo entrar en primera ronda del draft, siendo elegido en el puesto 29 por los Spurs. Desde entonces su labor ha sido conocida y elogiada por muchos técnicos de la NBA, a los que White a demostrado su valía más allá de las estadísticas. Esa reputación y el pasado de Udoka en San Antonio motivaron un traspaso que finalmente pondría a White en el proyecto que necesitaba para brillar. Las Finales son una muestra de ello.
"We've got that final hurdle we gotta clear and it's not gonna be guaranteed, so we just have to have the right mindset this whole offseason."
— Celtics on NBC Sports Boston (@NBCSCeltics) June 17, 2022
Derrick White reflects on the "invaluable" experience of playing in the #NBAFinals for the Celtics 🍀 pic.twitter.com/xnkDb29kdR
Grant Williams
El verano de 2021 fue un verano complicado para Grant Williams. Las dudas acerca de su juego, sus desconexiones y su mal rendimiento le hacían temer lo peor: su salida de Boston. No lo podía permitir. Había elegido el baloncesto de entre todas sus aficiones y no bastaba con llegar a jugar en la NBA, tenía que ir más allá. Su espíritu casi humanista le había permitido convertir su rollizo cuerpo de pívot en un ala-pívot móvil, con capacidad para tirar y defender. Su perfil era el que demandaba la liga, pero la liga no parecía demandarlo de ninguna manera. Por ello, se puso a trabajar. Debía desarrollar su juego para acabar de convertirse en ese perfil híbrido que en cada despacho de GM cuelga bajo un letrero que lee “SE BUSCA”.
La etapa de Brad Stevens en los banquillos estuvo marcada por la búsqueda de la “alerización” de la plantilla. En una liga que obliga continuamente al cambio de asignación, un jugador situado en la media de todos los aspectos permite enfrentarse a ambos extremos, tanto a pívots rocosos como a bases escurridizos. La lesión de Hayward tiró para atrás aquella idea. Pero Boston no dejo de buscar ese tipo de perfiles. Sin ir más lejos, la temporada pasada Ainge, no demasiado revelador respecto a sus intenciones, se atrevió a sentenciar que lo que los Celtics necesitaban era un “grande con tiro”. A falta de encontrar ese perfil para rellenar la excepción de traspaso del malogrado Hayward, Fournier llegó a Boston. Y por donde vino, marchó.
Llegó Udoka y Brad cambió el banquillo y pizarras por el teléfono y los palcos. Pero una idea se mantuvo, la búsqueda de un grande con tiro. Sin embargo, el mercado no ofrecía demasiadas oportunidades de pescar un perfil así. Era la oportunidad que Grant necesitaba, su morfología podía parecer extraña, pero resultaba perfecta para cubrir ese rol: bajo centro de gravedad para un mejor desplazamiento lateral, tronco ancho para contener a rivales con más peso, brazos largos para poder complicar el bote al rival y atrapar rebotes. Pero le faltaba algo. Su tiro no había acabado de florecer. A pesar de su 37% en triples de la pasada campaña, necesitaba mejorar aún más y aumentar su volumen.
Para ello, Grant se puso a trabajar con Lethal Shooter, un entrenador de tiro conocido por sus extraños métodos, como tirar en un aro de diámetro menor al de la NBA. Gracias a este tipo de entrenamientos y a su ética de trabajo, Grant consiguió elevar sus porcentajes de triple a más del 40%, convirtiéndose así en jugador clave en la rotación de Udoka gracias a su capacidad para defender a cualquier jugador y a su fiable tiro.
Pero este no era el fin, sino el medio de Williams para poder demostrar su verdadera valía como un cohesionador de grupos. Su apoyo al resto de compañeros siempre ha sido incondicional, su amplia sonrisa deja ver su jovialidad, algo que parece transmitir al resto del grupo, ya sea con apodos de superhéroes para toda la plantilla o ganándose la confianza de Kemba hasta el punto de vivir en su casa durante la cuarentena. Todo ese buen rollo extradeportivo se tradujo en el campo en lucha y esfuerzo, eso que los norteamericanos llaman hustle. Grant Williams llegó a los Celtics como una versión renovada de Smart, alguien capaz de entender sus códigos, su modelo de conducta. Un cuerpo al servicio del equipo hasta las últimas consecuencias, un soldado raso que no cuestiona las órdenes de mando, solo ejecuta y se sacrifica por el equipo. Todo ello sin dejar de ser un jugador tremendamente inteligente; su palabrería ya es conocida por toda la liga, llegando a enfrentarse al mismísimo Draymond.
Grant ha sido capaz de encontrar las armas necesarias para llevar su carrera un paso más allá. Los Celtics lo han aprovechado y han hecho de él un perro de presa en defensa y un aprovechador de espacios ofensivos al más puro estilo de P. J. Tucker. Williams ha conseguido cimentar su carrera en la NBA, asegurándose un contrato importante la próxima temporada y, sobre todo, disipando las dudas que se ceñían sobre su carrera hace tan solo un año.