La devaluación del producto NBA

La NBA ha crecido de una manera brutal en la última década. La irrupción de las nuevas tecnologías, ligada a la importancia de las redes sociales en la sociedad de hoy en día, son uno de los elementos claves del crecimiento de la NBA a lo largo y ancho del planeta. Por supuesto, la mejor liga de baloncesto del mundo, además de los mejores jugadores del globo, también cuenta en sus filas con los mejores economistas, gestores de imagen, mercadólogos y marketeros dentro del mundo de los espectáculos deportivos. Devaluación producto NBA.

De esta manera, en las últimas semanas hemos venido debatiendo en diversos podcasts sobre un tema que ya viene de unos años atrás: La devaluación del producto NBA. 

No quiero que me malinterpreten, no estoy hablando del nivel baloncestístico de la liga, ni del éxito económico de la marca NBA, ni de su expansión ni su éxito en las nuevas generaciones. Ni mucho menos. La NBA, en estos últimos 10-15 años ha evolucionado de una manera bestial en todos los ámbitos, llegando a mercados y públicos objetivos que parecían muy complicados años atrás. Pero a menudo, cuando una empresa quiere abarcar cada vez a más clientes, llega un momento en el que puede llegar a descuidad a los más fieles, a los que siempre estuvieron ahí.

Actualmente la liga se encuentra en uno de sus mejores momentos baloncestísticos y, sin duda alguna, en el mejor momento económico de su historia. Mi crítica va más orientada a la devaluación del producto completo. Algo que, sobre todo, a quien más descuida es al aficionado que más tiempo lleva. Ese cliente al que ya tiene ganado desde hace tiempo y por el que la liga no tiene que hacer ningún esfuerzo para mantener.

Redes sociales: sus cosas buenas, pero también malas

Las redes sociales son, sin ningún tipo de duda, una de las herramientas que más han ayudado a la NBA a crecer. Twitter e Instagram, principalmente, son el escaparate perfecto por el que todo ser humano va a pasar por delante y detenerse a ver el producto que ofrece la NBA.

Ambas redes, muy distintas entre sí, pero que juntas se complementan a la perfección para llegar al mayor público objetivo posible. Twitter, siempre con una orientación más informativa en cuanto a contenido escrito. E Instagram, al consumo de clips y vídeos cortos con los que permanecer informado y enganchado al deporte de la canasta.

Una tarea de marketing que va mucho más allá de la propia gestión que puede hacer la NBA como organización, ya que hoy en día existen una infinidad de cuentas no asociadas a la liga que también colaboran en esa labor de llegar a más gente y mantenerla informada y enganchada.

Ahora bien, como digo, las redes sociales también tienen su parte negativa. Hemos acostumbrado al aficionado al clip, al video corto, al formato ‘highlight’ que tan fácil es de mover por la red y que tanto éxito tiene, dejando de lado, en muchas ocasiones, el producto baloncestístico en sí mismo.

Hace tiempo que perdimos una web oficial de la NBA atractiva. ¿Alguien más recuerda aquella página oficial de la NBA, con el ‘schedule’ de la última jornada y la siguiente, donde subían aquellos resúmenes de 3-4 minutos donde no todo era mover y viralizar el highligh? Yo sí. Y si os soy sincero, lo echo mucho de menos.

La NBA, como organización, ha dejado de hacer esos resúmenes, los cuales han quedado en manos de cuentas de YouTube, muy habilidosas, donde te suben ese contenido en formatos de 5 o 10-12 minutos.

Parece que a la liga ya no le interesa informar de lo que ocurre y está más centrada en viralizar los highlights de la noche anterior con el objetivo de intentar llegar a la mayor cantidad de gente posible.

Espejo Christmas Day

Otra evidencia de este afán de la liga en centrarse en lo que más vende y no en el mejor producto lo podemos ver claramente reflejado en los partidos del día de Navidad de este último año.

Para poner en contexto esta jornada, el Christmas Day es uno de los días más importantes en la temporada regular. Festivo en todo el planeta, la gente reunida con familiares y amigos, y con todo aficionado al baloncesto con los ojos puestos en la NBA. Esa jornada donde la liga siempre se ha centrado en ofrecer al mundo su producto estrella: los mejores partidos o enfrentamientos más icónicos del momento.

Pues bien, con la aparición este año de equipos como Lakers y Knicks, equipos que ni siquiera disputaron los Playoffs la pasada campaña (11º seed en cada conferencia respectivamente) y, sobre todo, con la desaparición del que fuera el mejor equipo de la Conferencia Este en la Regular Season, Miami Heat, evidencian una conclusión clara: La NBA prima vender más que ofrecer un mejor producto.

La ‘McDonalización de la NBA

Término acuñado por Javi Rojo y Sergio Ochoa, que nos ilustra a la perfección la estrategia comercial de la NBA en los últimos años. Un claro ejemplo, y que a mí personalmente me fastidia mucho, es el de las equipaciones.

Hoy en día tenemos más camisetas que en un mercadillo. La NBA se ha futbolizado en este aspecto a una velocidad abismal. Mientras antes veíamos un cambio de diseño en las equipaciones o logo del equipo, desde hace unos años vemos como cada temporada las franquicias renuevan camiseta. Que si Association, Icon, Statement, City o Classic Edition. Un sin fin de diseños que en muchas ocasiones nos hacen perder la esencia de la franquicia viéndoles con estas nuevas zamarras sobre la cancha.

Objetivo: vender, vender y vender, ‘no matter what’.

Repito, el tema de las camisetas es una pedrada personal mía. A mí me gustaba la época en la que cada equipo disponía de 3 diseños: La local (blanca), la visitante (oscura) y la alternativa (un diseño con el que sí que se dejaba algo más de creatividad y cada franquicia sí que iba cambiando de diseño y estilo).

Otro ejemplo similar a este es el del cambio de los diseños de los parquets de cada pabellón, en el que tampoco me quiero extender porque es más de lo mismo anteriormente comentado.

La devaluación de la Temporada Regular

Hemos llegado a un punto de insatisfacción con el producto que nos ofrece cada equipo durante la Regular Season que hasta hemos dejado de darle importancia a lo que sucede antes de los Playoffs. Incluso las franquicias y/o los propios jugadores tiran mucho más del ya conocido como ‘Load Management’ donde las estrellas deciden descansar en partidos de temporada regular, dando una imagen de pasotismo total con la misma. Lo vimos con los Celtics y los Bucks la pasada campaña y con los Lakers en la anterior, donde acabaron entrando en PO como séptimos clasificados.

Esto, en varias ocasiones, lo hemos visto excusado en que se disputan muchos partidos y que los jugadores no son capaces de soportar tal cantidad de volumen de juego. Okay, compro ese argumento. Pero, si la liga estuviera preocupada por ello, ¿por qué no se aportan otro tipo de soluciones? Aumentar la duración de la temporada, por ejemplo. Empezarla antes de octubre o finalizarla en julio.

Hasta tres horas de espectáculo es demasiado

Para finalizar, también me gustaría poner el foco en otra de las evidencias de cómo la NBA prioriza el dinero a ofrecer un buen contenido de calidad: Los partidos eternos. Un problema que no sólo lo podemos caracterizar en la NBA de los últimos años, ya que viene siendo un embolado que viene ya desde hace mucho tiempo.

No podemos tener partidos de Regular Season de 2:30-3:00h de duración. Repito, de Regular Season. Entiendo que en los Playoffs la expectación y la importancia de cada encuentro hace que no te despegues de la TV o dispositivo audiovisual, pero resulta muy complicado para ese aficionado al que nos gusta ver todos los partidos de nuestro equipo, tragarte una de cada tres o cuatro noches, un partido de más de dos horas y media de duración por culpa de tiempos muertos absurdos y paradas comerciales constantes.

La NBA sigue creciendo a pasos agigantados intentando llegar a cuanta más gente mejor. Y lo debe de seguir haciendo, pero que no se olvide de los que estamos ahí, de aquellos que ya nos tiene ganados y nos dejamos nuestros dineros en consumir prácticamente todo lo que nos ofrece. Devaluación producto NBA.

Entrevista a Jalen Hood-Schifino