No hay corriente pedagógica que no insista en que la familia es la primera escuela y que los padres son los primeros maestros. No solo insisten en esto los pedagogos si no que es una realidad lógica. Pero los primeros maestros calan muy hondo en cualquier persona. Tanto si es para bien como para mal. Todos tenemos el recuerdo positivo de algún maestro que hemos tenido a lo largo de nuestra vida. Ese o esa maestra de cuando éramos pequeños. Algún profesor o profesora que nos marcó en el instituto. O algún profesor de la facultad que nos ayudó a amar una asignatura y que hoy es clave para nuestro trabajo. Cuando hablamos de baloncesto o de cualquier otro deporte americano, siempre se insiste mucho en el entrenador de la universidad. Pero poco mérito se llevan los entrenadores de formación de estas leyendas. Un caso muy especial es el caso de Kareem. Por eso en este artículo vamos a conocer a Jack Donohue, el primer maestro de Kareem.
Todo comenzó en el Power Memorial
Sin meternos mucho en la filosofía del adolescente Lewis y su evolución del catolicismo impuesto por herencia familiar a su mahometismo adquirido por convicción y sin ahondar en las razones de su transición religiosa. Los preceptos férreos del Power Memorial también ayudaron a que Alcindor se fuese alejando del catolicismo de su madre. Porque Lewis aprendió por decreto que el papa era infalible, que los hermanos que regían la escuela también eran infalibles y que ciertos aspectos de la santidad, el pecado o la autoridad no se podían cuestionar. Pero en el Power Memorial conoció al que fue su primer gran mentor baloncestístico y su primer referente masculino más allá de su padre. Jack Donohue fue el primer maestro de Kareem. Los años de instituto fueron clave en su formación deportiva y Donohue fue el gran responsable de ello.
En octubre comenzó sus pruebas para entrar en el equipo de baloncesto. En septiembre de 1961, el joven Lewis Alcindor tenía catorce años, estaba empezando 9º curso y medía 2,08. Y aunque su altura ya le debería convalidar para entrar en el equipo sin rechistar, su coordinación era nula. Al fin y al cabo era un chico de catorce años en un cuerpo de más de dos metros, lo que contradecía las teorías de Paul Osterrieth sobre los Estadios del Desarrollo Motriz en los que el neuropsicólogo belga considera que la coordinación, armonización de movimientos y equilibrio corporal se estabilizan a los doce años como muy tarde.
Jack Donohue, el primer maestro de Kareem
Los primeros partidos de su primer año eran desastrosos. Las derrotas eran insultantes pero el entrenador Donohue aprovechaba esas palizas para enseñar. Intentaba que sus chicos aprendieran de las derrotas con suavidad pero retando al orgullo y sabiendo que lo pero que les puede pasar a unos adolescentes es quedar mal con sus compañeros. Donohue era un experto en educar desde la psicología hasta que lo estropeó completamente. A Lewis solía decirle tras las derrotas más duras: “Espero que estés aprendiendo lo que significa de verdad querer ganar”. Donohue buscaba encender la mecha del orgullo de cada uno de sus jugadores y mostrarle lo bien que podrían hacerle sentir la satisfacción del cumplir lo planteado.
De Auerbach y Russell al Power Memorial
Donohue era un fan declarado de los Celtics de Auerbach y Russell por estilo de juego basado en la defensa de Russell, la capacidad de pase, la disciplina, la habilidad de ganar consistentemente, la coralidad del equipo y la dominancia del conjunto por encima de las individualidades. Es curioso que esta filosofía transmitida por Donohue fue la que tomó mayor calado en la carrera de Kareem al heredar los galones defensivos de su ídolo Russell y las fortalezas ofensivas de su amigo Chamberlain.
Dureza y cariño. Las claves de Donohue
Donohue acabó provocando que sus chicos jugasen un baloncesto de rebote-pase-fiereza-entusiasmo. Motivaba a Alcindor vacilándolo por su falta de sangre y dureza bajo el aro. Pero después de cada reprimenda dura, siempre aportaba su pizca de cariño, respeto y aprecio. Ese equilibrio de dureza-cariño-respeto provocaba que los jugadores sintieran ese mismo cariño por su entrenador y que se esforzaran en contentarle en cada jugada.
Un ejemplo de que Donohue era el protector de sus chicos fue en un partido contra el Instituto Boys. En un lance del juego, un rival mordió a Lewis en el brazo. Acto seguido éste fue a quejarse a su entrenador pero Donohue no le hizo caso y le exigió que continuase jugando sin quejarse. Al poco rato Alcindor mostró el brazo enrojecido y Donohue se volvió loco –como vemos actualmente a Popovich cuando quiere liberar a sus jugadores de presión y llevarse él la técnica– hasta que consiguió que el “vampiro” fuese expulsado. Acciones como ésta hacían que Lewis sintiese un especial cariño por su entrenador y que le viese como el padre cariñoso y afectivo que nunca tuvo, ya que su padre siempre fue muy distante con Lewis. Es así como Jack Donohue fue el primer maestro de Kareem.
Una filosofía de juego que le acompañaría siempre
Donohue incluso llevaba a Lewis al Madison Square Garden, sobre todo a ver a los Celtics. No eran simplemente momentos “paternofiliales” si no que Donohue estaba formando al jugador de baloncesto. Cada partido era una clase magistral en la que el adolescente Alcindor aprendía a jugar mejor viendo dominar a Bill Russell y analizando el sistema de Auerbach. Russell cogía el rebote para pasársela automáticamente a Cousy, éste a Sharman, su futuro entrenador a Heinsohn, la pasaba y alguien anotaba. A Lewis le sorprendía que Russell ni había cruzado a campo contrario. De hecho lo criticaba porque era lento. Pero Donohue le hacía comprender que cada uno tiene un rol en el campo y que Auerbach no buscaba que sus jugadores tuviesen grandes anotaciones individuales si no que buscaba el éxito global.
Lewis no buscaba aprender nociones importantes como para llegar a profesional. Él simplemente quería aprender para ganar los partidos en el instituto. Ver jugar a Russell y Chamberlain –los dos mejores pívots de la historia hasta ese momento y los que estaban redefiniendo la posición– infundieron en Alcindor una perspectiva de su juego que fue clave en su carrera. Los aprendizajes de Donohue en el Madison y en el instituto junto con lo que años después aprendería con John Wooden, hicieron del futuro Kareem Abdul-Jabbar el mejor pívot de la historia y uno de los mejores jugadores de la historia del baloncesto norteamericano. Quiso tomar las mejores habilidades defensivas de Russell y las mejores habilidades ofensivas de Chamberlain. Y de ahí su perfil tan completo.
Jack Donohue, el primer maestro de Kareem. El discípulo enseña al maestro
Como sucede muchas veces cuando el discípulo supera al maestro, Donohue recibió una lección del adolescente Alcindor. Después de estudiar a Chamberlain infinidad de veces, en un entrenamiento intentó probar el típico tiro de Wilt a media vuelta cayéndose hacia atrás. La encestó y eso provocó que Donohue parase el entrenamiento. Ese tiro era un lanzamiento de muy bajo porcentaje además de que le dejaba inutilizado para un posible rebote. Por esa razón Donohue no quería que Lewis intentase esos tiros. El entrenador quiso dar una lección a su jugador pero le salió el tiro por la culata. Pidió al chico que repitiese una y otra vez el tiro con la intención de que fallase para que la lección fuese: desiste en ese tiro. Pero encestó siete tiros seguidos y Donohue fue quien desistió con un típico arrebato de adulto que ha recibido una lección de un chaval y concluyó con que podía probarlo en los entrenamientos si no tenía defensor pero que ni se le ocurriese probarlo en los partidos.
Los focos se centran el espigado de Harlem
Su reputación fue alcanzando tal nivel de superioridad que con solo catorce años empezó a recibir visitas de las universidades y a recibir ofertas muy jugosas. El carácter frío y la mentalidad presentista de Lewis no hicieron que se le subiera a la cabeza. Y debido a esta reputación creciente, Donohue comenzó a cometer los primeros errores. Quizás no lo hacía totalmente con esa intención pero empezó a organizar un campamento de verano en una granja perdida de la mano de Dios en la que su estrella se acabó convirtiendo en el atractivo y el gancho para jóvenes jugadores.
Lo que debería ser unas semanas de ocio, baloncesto y desconecte de la gran metrópolis; para un adolescente inusual como Lewis, era una tortura. Estaba fuera de su entorno de amigos de Harlem, no podía disfrutar de su adorado jazz y se tenía que conformar con pasar el día entero jugando al baloncesto para olvidar que estaba en una granja cuyo nombre –granja la amistad– tenía más de lo primero que de lo segundo.
Después del verano y del intenso trabajo consiguió mejorar su coordinación y el control de su, cada vez más imponente, gran cuerpo. Fue consciente de su mejora cuando volvió a Harlem y nadie conseguía pararlo. Además dejó muy claro que él no era el típico jugador de baloncesto y que él era tan buen jugador de baloncesto como estudiante. Entró en el cuadro de honor de la escuela. Lo académico y la cultura siempre fueron lo primordial para Lewis y Kareem. Los éxitos y excelencias baloncestísticas vinieron solos por el talento innato bien desarrollado.
Donohue el protector
Donohue volvió tomar la actitud de padre protector y se encargó de ir filtrando las ofertas que le iban llegando y de que Lewis evitase a la prensa en todo momento. Por desgracia había conocido muchos casos de chavales que acabaron muy mal por su relación con la prensa, por haber recibido ofertas inapropiadas e incluso dinero; lo que podría arruinar su carrera universitaria e incluso profesional. Desde nuestra perspectiva local, muchos recordamos la protección extrema y totalmente necesaria que Aíto ejerció sobre Ricky Rubio desde los catorce años. García Reneses no es que pensase que tenía a Kareem en el Joventud, pero la protección de un adolescente impresionable y vulnerable es clave para que esas jóvenes cabezas no se pierdan.
Donohue iba a buscar a Lewis a casa, lo llevaba al instituto para evitar que no se perdiese clase, hablaban mucho de baloncesto, de los Knicks, de la vida o de lo que fuese. Aunque quizás Alcindor debió abrirse más a su mentor y profundizar más en temas familiares, personales, sentimentales, ideológicos…
El gravísimo error de Donohue
Pero todo se torció en el penúltimo año de instituto. Una tarde invernal en un partido intrascendente, el Power Memorial estaba perdiendo contra el Santa Helena –un equipo malo– y al que deberían ganar de paliza. Pero en la primera parte ni Lewis ni el equipo dieron muestra de la calidad que atesoraban y se fueron al vestuario “solo” ganando por seis puntos. Las cabezas de los jugadores no estaban en ese partido si no en el partido contra DeMatha, que ya se había convertido en rivalidad. Donohue estaba furioso, caminando de forma muy agresiva y soltando improperios a sus jugadores. Recordemos que esos jugadores eran adolescentes en proceso de formación. Pero Donohue perdió totalmente los papeles y focalizó toda su ira en su protegido: “¡Y tú! ¡Sales ahí y no corres ahí, ni te mueves! No haces nada de lo que se supone que tienes que hacer. Actúas como otro negrata inútil del montón.” Esa coletilla final con una palabra vetada incluso para los propios negros, provocó un ira interior en Lewis que, si llega a ser otro tipo de persona, se habría levantado y habría dejado inconsciente al entrenador Donohue. En ese momento la mente del chico se fue del pabellón. Y no sabe ni cómo ni cuándo, acabó haciendo uno de los mejores partidos de su carrera. Al terminar el partido, Donohue llamó a Lewis a su despacho y entabló una charla con Alcindor como si nada hubiese pasado. Le vendió el argumento de que “tuvo que utilizar la estrategia y funcionó”. Pero para Lewis Alcindor, su entrenador, protector y mentor murió ese día. Incluso quiso cambiarse de instituto y se lo pidió a sus padres. Llegó a pedir incluso dejar el baloncesto. Hay líneas rojas que nunca deben sobrepasarse.
Lo que estuvimos a punto de perdernos por culpa del desliz de Donohue
Lewis cambió su perspectiva desde ese momento. A regañadientes y obligado por su madre fue a la Granja de la Amistad como último favor al hombre que lo había vejado. Ese verano se implicó en un proyecto social de Harlem para ganar unos pocos dólares. Y durante el último curso en el instituto se limitó a jugar bien al baloncesto y seguir siendo excelente en los estudios. Sumado todo esto al incipiente ambiente de reivindicaciones sociales en favor de los derechos civiles y en favor de la igualdad entre blancos y negros, Lewis centró sus esfuerzos en el ámbito social.
Las tres ocasiones en las que Kareem quiso jugar en New York y sus equipos lo rechazaron
Desde ese 1964 fatídico para la relación entre Alcindor y Donohue, Wilt Chamberlain acabó teniendo muchas más importancia a nivel personal que Donohue. Y aunque Donohue continuaba filtrando las posibles universidades a las que asistir, Lewis había cambiado a Jack Donohue por Wilt como referente baloncestístico y casi como referente masculino.
Pero esa es otra historia.
Jack Donohue, el primer maestro de Kareem
Kareem y Donohue nunca hablaron de este tema, al fin y al cabo era un adolescente y ni sabía cómo afrontar el tema. Donohue parece que nunca consideró que la situación fuese tan grave. Incluso pudo haberlo hecho durante los 20 años que transcurrieron desde que Kareem publicase esta historia en su autobiografía de 1983 y el fallecimiento de Jack Donohue en 2003.