Irán: el decenio dorado del baloncesto persa

La lucha libre ha sido considerada tradicionalmente como el deporte nacional iraní. Tiene sentido si atendemos a las múltiples medallas que ha conseguido la potencia persa en esta disciplina en las diecisiete ediciones de los Juegos Olímpicos en las que ha participado desde la creación, en 1947, del Comité Olímpico Nacional. Una decena de oros, catorce platas y diecinueve bronces avalan la adopción de este deporte de contacto como principal escaparate deportivo del país. La halterofilia sería el siguiente en la lista, muy alejado, con 19 preseas totales (9 de oro, 5 de plata e ídem de bronce).

Sin embargo, el deporte más seguido por la población persa no es otro que el fútbol; mucho más si tenemos en cuenta sus últimas participaciones en los Mundiales organizados por la FIFA (en 2018 llegó a ganar un partido a la selección de Marruecos, incluso) y la creciente globalización que permite el visionado y seguimiento de ligas extranjeras, como la española o la Premier League inglesa, a través del satélite y las aplicaciones para ver televisión. Más allá del fútbol, el voleibol ha ganado popularidad en los últimos años debido a la participación nacional en la Liga Mundial, en 2013, así como en la Copa del Mundo de 2015. El baloncesto, en cambio, no es uno de los deportes más abrazados por la vasta población persa, que alcanzó los 82 millones en el año 2019.

De Beijing 2008 a Tokyo 2020: un periplo internacional al éxito continental

No obstante, el combinado nacional de Irán comienza a ser un fijo en las grandes citas del baloncesto mundial FIBA: ha clasificado para la fase final de los tres campeonatos (2010, 2014 y 2019) que se han disputado desde su debut. Además, en 2008, tras seis décadas de ausencia, no comparecía desde la edición de Londres 1948, Irán regresaba al plantel de los Juegos Olímpicos. Dos años antes, en los Juegos Asiáticos de Doha 2006, Irán advertía de su llegada con la consecución de la medalla de bronce, hito que no se daba desde la primera edición de Nueva Dehli 1951. Desde entonces, tres campeonatos mundiales y la reaparición en estos JJ.OO. de Tokyo 2020 refrendan el crecimiento del basket iraní, que, pese a sus estrecheces, sabe lo que es obtener una victoria tanto en unas Olimpiadas (cosechó dos en su primera asistencia, en 1948) como en un Mundial FIBA (ganó a Túnez en su debut en Turquía 2010 y repitió frente a Egipto en el Mundial de España 2014). En el último campeonato, en cambio, se marchó de China sin inaugurar su casillero de victorias.

Evidentemente, Irán está muy lejos de ser y convertirse en una potencial baloncestística global. Sin embargo, en Asia sí que puede considerarse como tal. Si atendemos a los campeonatos FIBA desarrollados en el continente milenario, la selección, dirigida ahora por Mehran Shahintab, se sitúa como el tercer equipo en el ranking, por detrás de China, absoluta dominadora desde su irrupción en 1975 con 19 metales (16 oros, 1 plata y 2 bronces), y de Filipinas, la gran potencia baloncestística asiática en los albores del torneo con 5 campeonatos, 4 subcampeonatos y un tercer puesto. Tres laureles sitúan a los persas en el tercer escalón por delante de países como Japón y Corea del Sur, que contemplan dos campeonatos en su palmarés.

El ascenso de Irán en el baloncesto asiático es un fenómeno relativamente joven. Si exceptuamos el cuarto puesto que cosechó la selección del Golfo Pérsico en el torneo de 1993 disputado en Indonesia (perdió por 86-70 el partido por el bronce contra Corea del Sur), todos los laureles de Irán sobre el parqué han llegado en los últimos quince años. Entre 2007 y 2013, el combinado nacional ocupó el trono que tradicionalmente desde 1975 había pertenecido a China. Las selecciones de Líbano (74-69; Japón 2007), China (70-52; China 2009) y Filipinas (85-71; Filipinas 2013) sufrieron el vendaval farsi sobre la pista. Nadie podía arrebatar el cetro a los descendientes de los aqueménidas, que parecían situarse como la nueva potencia a batir. Solo Australia consiguió derrotar a los persas en una final en la última competición FIBA Asia, celebrada en 2017 en el Líbano. Entre tanto, en 2015, en el torneo celebrado en suelo chino, Irán vencía a Japón (68-63) en el partido por el bronce, afianzándose en el podio del basket asiático en sus últimos tres torneos grandes. Es más, desde que derribase su techo de cristal en 2007, el equipo nacional solo ha faltado en la entrega de premios en la edición de 2011, en la que cayó inesperadamente frente a Jordania en los cuartos de final para, posteriormente, superar al Líbano para asegurar la quinta plaza en su peor clasificación en los tres últimos lustros.

No obstante, más allá de la máxima competición asiática, Irán también domina en la última década la ahora denominada como FIBA Asia Challenge (anteriormente FIBA Asia Stankovic Cup [2004-2010] y FIBA Asia Cup [2012-2014]), de la que ha salido campeón en las tres últimas ediciones: 2012 frente a Japón, 2014 contra China Taipéi y 2016, como anfitriona, ante Corea del Sur. Un total de tres triunfos en sus cuatro participaciones que refrendan su decenio dorado y la encumbran como la mejor selección del continente y el rival a batir en las últimas dos décadas.

Hamed Haddadi, líder e inmenso motor de cambio

Sin duda, uno de los factores clave para el progreso iraní y el ascenso experimentado desde 2007 es la consolidación de Hamed Haddadi como líder indiscutible del equipo. El pívot natural de Ahvaz, un siete pies de 2,18 metros y trayectoria extensa en la liga persa entre 1999 y 2008, se erigió como absoluto guía del conjunto que representaba a su país en los Juegos Olímpicos de Beijing, en los que promedió 16,6 puntos y 11,2 rebotes por partido a los que añadió, además, una media de 2,6 tapones en cada partido. Su gran comparecencia en aquellas Olimpiadas le valió para convertirse en el primer jugador persa en jugar para un equipo NBA. Los siguientes torneos sirvieron como confirmación del pívot, y de la selección iraní, como uno de los nombres destacables a nivel internacional FIBA. En el debut de Irán en un Mundial, en 2010, el entonces pívot de Memphis Grizzlies promedió 20 puntos, 8’6 rebotes y 2’6 tapones y contribuyó a la primera victoria persa en un campeonato del mundo. Cuatro años más tarde, en el torneo disputado en España, Haddadi seguiría marcando diferencias y elevando el nivel del combinado nacional con sus dominantes 18’8 puntos y 11’4 rebotes. En la comparecencia iraní en China 2019, en cambio, con sus 34 años, rebajó su perfil para quedarse en unos nada desdeñables 14’6 puntos, 10’8 rebotes y destacó en el reparto de asistencias con una media de 4’4 en cada encuentro y ceder protagonismo a la nueva camada de jugadores. Mientras tanto, durante aquellos años, en la competición continental, el campeonato FIBA Asia, Haddadi dominó el palmarés alzándose con cuatro premios MVP en 2007, 2009, 2013 y 2017, en una época dorada que coincidió, no por casualidad, con la Edad de Oro del baloncesto iraní y sus tres campeonatos orientales. El decenio dorado del baloncesto persa.

El relevo generacional del baloncesto persa

Sin embargo, coincidiendo con la madurez de su jugador estrella, Hamed Haddadi, la selección de Irán ha sabido adaptar su juego a una nueva hornada de jugadores que mezcla algunas grandes ligas europeas con la competición doméstica. Del roster que ha viajado a la competición de Tokyo 2020, cuatro jugadores compiten en ligas europeas (Austria, Alemania, Eslovaquia y Croacia), siete en la competición local (siendo el joven conjunto Palayesh Naft Abadan el que más jugadores aporta con tres componentes) y su estrella Haddadi se ha convertido una de las grandes figuras de la emergente liga china, sobre todo en el Sichuan Blue Whales, tras su salida de la NBA en 2013. Un equipo que sigue el consejo y la veteranía de sus dos grandes referentes, el center Haddadi (38) y su alero Bahrami (38), que tratan de inocular su experiencia y mejorar a jóvenes promesas como el talentoso base Mohamhaddsina Vahedi (20 años), que se erige como el relevo generacional junto a otros nombres como el point guard Behnam Yakhchali (26), actualmente en la liga alemana, o el escolta Navid Rezaeifar (24) que, recientemente, ha promediado 12 puntos y un espectacular 53% en triples durante los clasificatorias para la próxima FIBA Asia Cup.

Irán continúa, por lo tanto, intentando convertir su decenio dorado en una norma competitiva. La irrupción de jugadores estelares como los citados Hamed Haddadi y Mohammadsamad Nik Khabahrami supuso un impulso para el baloncesto persa y elevó a la selección nacional al podio del basket asiático. Un ascenso que el conjunto dirigido por Mehran Shahintab pretende hacer perenne y refrendar en las próximas competiciones, tanto continentales como mundiales. Lo tendrán prácticamente imposible en estos Juegos Olímpicos, en los que se enfrentarán a dos grandes potencias como Estados Unidos y Francia y a la prometedora República Checa. Sin embargo, las bases están sentadas y, quién sabe si tal vez pronto, Irán podría convertirse en una selección dura y difícil para enfrentarse. España ya la sufrió en el último Mundial en la que solo una magnífica reacción y un parcial de 13-2 en el último cuarto le permitieron ganar su enfrentamiento. Los herederos de Haddadi tienen el cuchillo entre los dientes y esperan seguir siendo la potencia dominante en el baloncesto de Asia. Era obvio en un país cuyo deporte nacional es la lucha libre, pero nunca viene mal recordarlo: Persia nunca sucumbe sin ofrecer pelea.