Después de anunciar el despido del entrenador Lloyd Pierce a principios del mes de marzo, los Atlanta Hawks protagonizaron una inesperada y sensacional transformación. Nate McMillan se hizo cargo del equipo cuando este ocupaba la undécima posición de la Conferencia Este tras sufrir once derrotas en los últimos quince partidos. En un abrir y cerrar de ojos, los de Georgia empezaron a ganar encuentros. Tantos que se atrevieron, incluso, a forzar un Game 6 ante los Milwaukee Bucks en Finales de Conferencia. Los Atlanta Hawks no terminan de carburar.
El mérito de la gesta fue triple. No solo por el sorprendente lavado de cara que ofreció McMillan, sino también por la contundencia mostrada en las series ante Knicks y 76ers. Y todo ello a pesar de no poder contar con De’Andre Hunter y Cam Reddish, lastrados por las lesiones durante casi todo el curso.
Con un equipo completamente sano, las expectativas eran muy altas para los Hawks en este arranque de temporada. No solo aficionados, sino también expertos y analistas, se atrevieron a situar al equipo entre los primeros puestos del Este como una alternativa real ante Milwaukee Bucks y Brooklyn Nets.
Todavía es pronto para sacar valoraciones de cierto peso, pero los Hawks no han estado a la altura del optimismo generado. Actualmente ocupan la duodécima posición de su conferencia con un registro de cuatro victorias y seis derrotas, las últimas tres de manera consecutiva. En dos de ellas, ante Utah y Phoenix, tras desperdiciar ventajas favorables y hundirse en el último cuarto.
¿Qué ha cambiado en Atlanta?
Descenso en las prestaciones de Trae Young
Trae Young es la principal arma ofensiva de los Atlanta Hawks, quienes dependen de su producción a pesar de contar con otros jugadores capaces de asumir responsabilidades.
Sin embargo, el base ha arrancado el curso con la pólvora mojada. Promedia 23,3 puntos y 9,6 asistencias pero su 41,0% de acierto en tiros de campo —en 20 intentos por partido, tope de su carrera— y su 28,6% en triples suponen ambos los peores registros en sus cuatro años en la NBA. ¿A qué se debe? Quizá a una mezcla de varios factores.
Su tasa de uso (31,1%) es similar a la del pasado año (32,0%) pero las defensas cuentan este año con un poderoso aliado. La nueva normativa respecto a qué contactos son considerados falta y cuáles no ha perjudicado especialmente a aquellos jugadores asiduos a la línea de tiro libre tras provocar una sanción en el lanzamiento. Entre ellos, el de Lubbock. Una situación que deriva en dos lecturas. En primer lugar, Young promedia tres intentos menos desde dicha distancia respecto a la temporada 2020-21. Y, segundo, las defensas pueden ser más agresivas en el perímetro.
Tampoco podemos pasar por alto un factor que, curiosamente, podría estar volviéndose en contra del equipo. Young declaró tras la derrota ante Utah que las altas expectativas generadas tras alcanzar las Finales del Este han derivado en una menor motivación durante la regular season. «Creo que los chicos tienen que acostumbrarse, ya no somos los cazadores» afirmó el All-Star. «Debemos encontrar la motivación para jugar como en playoffs.»
Hace unos días, McMillan señaló esa misma línea pero con un claro aviso añadido para todo aquel que se deje llevar. «No regalo minutos, te los tienes que ganar. Si hay jugadores que no están dispuestos a dejarlo todo en los dos lados de la cancha, haré rotaciones».
Cuesta pensar que McMillan se atreva a sentar a Young —promedia más tiempo en pista que el año pasado— pero estas palabras suponen un claro mensaje para todo el equipo. Y si no se ha materializado en la estrella es, quizá, porque otros compañeros tampoco han estado a la altura.
Inconsistencia en el juego exterior
Los Hawks presentan una de las plantilla más profundas y versátiles de toda la NBA. Sin embargo, McMillan está teniendo problemas para encontrar las combinaciones correctas que le permitan instaurar unas rotaciones definidas.
El regreso de Hunter y Reddish han fortalecido quinteto inicial y banquillo, principalmente en defensa, pero los habituales han disminuido sus minutos y producción en pista. Kevin Huerter tan solo está promediando 6,4 puntos en 20,1 minutos cuando el curso pasado se fue hasta los 11,9 tantos en 30,8 minutos. Danilo Gallinari, más de lo mismo: de 13,3 puntos y 24,0 minutos a 7,7 tantos y 17,4 minutos en este. Bogdan Bogdanovic es el único que ha mantenido prácticamente inalterable su nivel de acierto y su tiempo sobre la cancha, pero su volumen de tiros ha caído casi tres intentos y el balón ha dejado de pasar tanto por sus manos.
Colectivamente también se ha perdido cierta chispa: los Hawks están anotando dos triples menos por partido que la pasada temporada con un 3% de acierto menos. No sabemos si tiene algo que ver, pero Paul George afirmó esta semana que los jugadores se están adaptando al nuevo balón Wilson después de que la NBA no renovase su acuerdo con Spalding. Lo cierto es que algunas estrellas de la NBA, entre ellas Damian Lillard o el propio Trae Young, no han comenzado la temporada especialmente acerados.
Por lo tanto, McMillan enfrenta un doble desafío. Terminar de acoplar a dos prometedoras piezas como Hunter y Reddish evitando, a su vez, que la automatización que se había logrado el curso pasado entre el resto de jugadores se vea afectada de manera alarmante.
Se necesita más de Clint Capela
La adquisición de Capela procedente de Houston en febrero de 2020 supuso un importante punto de inflexión. Por fin, los Hawks incorporaron al big men que tanto necesitaban para echar el cerrojo a la pintura y servir como aliado de Trae en el pick-and-roll.
En su primera campaña promedió 15,2 puntos y 14,3 rebotes, lo que corroboraba la apuesta. Además de su conexión con Young, conformó una peligrosa y versátil pareja interior con John Collins.
Ahora, sus números en cuanto a puntos por posesión y cantidad de posesiones consumidas se mantiene, pero su producción bruta en el pick-and-roll ha disminuido en dos puntos por encuentro. En defensa, su rating ha caído (117,0 puntos por cada cien posesiones) en casi nueve puntos respecto al curso anterior (108,2).
En definitiva, sus promedios generales se sitúan en 10,6 puntos, 11,2 rebotes y 1,2 tapones. Unos números que, sin ser malos, suponen un importante descenso y no corresponden con la renovación por dos años y 46 millones firmada el pasado mes de septiembre. Los Hawks necesitarán mucho más de él para medirse a potentes interiores del Este como Joel Embiid, Bam Adebayo o Giannis Antetokounmpo.
¿Defensa?
Varios jugadores de la plantilla no destacan por su destreza defensiva pero la llegada de Nate McMillan revitalizó el rendimiento en este lado de la cancha. El técnico logró revertir la mala dinámica de Lloyd Pierce hasta situar a los Hawks como la 18ª mejor defensa, un puesto sin brillo pero alejado del pozo de la NBA.
Sin embargo, los de Georgia han vuelto a resquebrajarse y actualmente se sitúan como la quinta peor defensa de la liga tras la derrota ante los Suns.
El asentamiento de piezas como Hunter y Reddish deberían de revertir esta situación con el paso de las semanas. De nuevo, deberes para McMillan y su habilidad para confeccionar unas rotaciones sólidas y efectivas en ambos lados de la cancha. Jugadores para exhibir una defensa más eficaz, los tiene.
Los Hawks no deberían aspirar al Top 5 pero sí que se les exigirá establecerse, al menos, como una de las mejores quince defensas de la NBA si aspiran a codearse con la élite del Este y repetir los resultados del pasado curso. Porque en ataque nadie duda de su gran potencial.
Se espera que en Atlanta vayan a más con el paso de los meses, pero esta mejoría dependerá del liderazgo de Young, la pizarra de McMillan y el necesario paso adelante de todos los jugadores.