Cuántos matices y condicionantes construyen las distintas lecturas posibles alrededor de un mismo escenario. En la ciudad de Dallas, la derrota sufrida el año pasado a manos de Los Angeles Clippers trajo consigo una sensación de logro y esperanza futura.
Sin embargo, el reciente varapalo, idéntico en rival y localización –una primera ronda de playoffs– ha devuelto un amargor mucho más pronunciado apenas un año más tarde. En efecto, los Mavericks disfrutaron de una ventaja de 3-2 en la eliminatoria que no supieron finiquitar con un cuarto triunfo. Ahora, la franquicia de Texas se halla ante una encrucijada tan inesperada como peligrosa.
Esta eliminación sirvió no solo para ratificar la necesidad de quemar etapas dentro del proyecto sino para proyectar hacia el exterior las fisuras que se habían producido dentro de una de las franquicias más estables de la NBA durante el último cuarto de siglo.
Todo explotó a mediados del mes de junio cuando el medio The Athletic informó de importantes tensiones internas que amenazaban con poner en peligro el futuro del proyecto. Un turbio ambiente que afectaba a todos los niveles posibles.
El embrollo presentó como principal conato de incendio el conflicto de funciones entre las oficinas principales, el cuerpo técnico y la figura de Halabaros Voulgaris, hombre de confianza del propietario Mark Cuban. Para quien no lo conozca, Voulgaris es un amante de la analítica avanzada que construyó parte de su fortuna desde las apuestas deportivas. Desde 2018, además, es director de investigación y desarrollo cuantitativo en los Mavericks. En definitiva, quien maneja el grueso de los datos y la analítica avanzada en la organización.
De su visión nació la apuesta de orientar todo el sistema sobre Luka Doncic explotando las situaciones en el pick-and-roll. Una receta que ha devuelto réditos muy positivos. Sin embargo, los problemas comenzaron a surgir a medida que Voulgaris se inmiscuía en asuntos que no se amoldaban a su jurisdicción dentro del equipo.
Poco a poco, el ejecutivo empezó a ejercer una especial influencia en las decisiones más importantes de los Mavericks: selecciones de draft, movimientos, estilo de juego, quintetos y decisiones técnicas. Así, este solapamientos de funciones habitualmente delegado en el equipo de scouting, en Donnie Nelson y en Rick Carlisle generó confusión dentro de la franquicia al no existir claridad acerca de quién tomaba realmente las decisiones. Para muestra, varios botones.
En el pasado draft de 2020, los Mavericks utilizaron sus dos picks de segunda ronda (31º y 36º) en Tyler Terry y Tyler Bey. Al parecer, al menos uno de estos dos jugadores habría recibido un informe desfavorable por parte de los ojeadores de los Mavericks. Sin embargo, el propio Voulgaris siguió su propio juicio seleccionado a ambos jóvenes, haciendo caso omiso al trabajo y recomendaciones del scouting.
Paralelamente, los grandes movimientos del equipo llevaron la firma del general manager Donnie Nelson, entre ellos los traspasos por Kristaps Porzingis, Tim Hardaway Jr., Josh Richardson y J.J. Redick. No obstante, estos habrían pasado antes por la aprobación de Voulgaris, lo que pondría en serio entredicho la verdadera necesidad de contar con Nelson en la organización, una cuestión que no tardaría en ser resuelta.
Pero lo que verdaderamente preocupó a la organización –o a Mark Cuban– fue el malestar expresado por Luka Doncic ante esta inestabilidad interna y, más concretamente, sobre la figura del propio Voulgaris. Una vez más, el técnico habría metido sus narices no solo en la confección de quintetos y sistemas, sino que habría dado órdenes al esloveno en pie de pista. En uno de estos episodios, ocurrido en febrero, Doncic habría rechazado de malas maneras una de estas indicaciones durante la disputa de un encuentro.
La lógica invita a pensar que Cuban, todo un tiburón en el mundo empresarial y una personalidad muy perspicaz para mediar en estos conflictos, hubiera optado por deshacerse de Voulgaris para finiquitar cuanto antes el quebradero de cabeza. Una postura respaldada por la veteranía de las piezas involucradas. Nelson pertenecía a la franquicia desde hacía 24 años, Carlisle dirigió al equipo que había conquistado el anillo en 2011 y Doncic se había anunciado ante todos como un jugador más que capaz de marcar una época en los Mavs y en la NBA.
Sin embargo, lo ocurrido desde entonces ha seguido una narrativa muy distinta. Dos semanas después de aquel informe inicial, Nelson y Carlisle ya no forman parte de la franquicia, mientras Cuban se limitaba a compartir meras formalidades de cara a la galería respecto a la figura de Voulgaris. “Es importantes para mí pero no es más importante que cualquier otra fuente de información del equipo”, aseguró entonces.
Cambios que no lo son tanto
Lo más sorprendente incluso es que todos los cambios que se han producido desde entonces han abrazado la radicalidad en forma, pero no en contexto. De hecho, compone un punto de inflexión de cara a posicionar el proyecto hacia el futuro que bebe directamente de la historia reciente de la franquicia. Ningún cabo ha quedado suelto. Vayamos por partes.
Donnie Nelson ha abandonado su puesto como gerente general tras 16 años en el cargo y otros ocho previos como asistente en las oficinas. En su lugar ha sido contratado Nico Harrison, una figura aparentemente desconocida en el seno de la NBA pero con un gran peso y reputación interna.
Hasta ahora, Harrison cumplía el rol de vicepresidente de Nike Basketball y Jordan Sports Market, donde supervisaba a los numerosos representantes de los jugadores de la NBA dentro la compañía. El directivo inició su andadura en Nike en 2002 como agente. Primero trabajó con varios equipos de la División Suroeste –entre los que se encuentran los Mavericks– antes de convertirse en el enlace de la empresa con Kobe Bryant.
Posteriormente sería muy asiduo en el American Airlines Center: sobre él recayó la responsabilidad de facilitar la transición de Doncic de ser imagen representativa de Nike a elevarse como cabeza de cartel en Jordan Brand. Así, Cuban colocó la primera pieza del nuevo puzzle para impulsar el proyecto y exprimir al máximo la figura del internacional esloveno.
De hecho, la decisión de incorporar a Harrison apunta más a un posicionamiento de marketing que a lo estrictamente deportivo. El nuevo general manager no presenta experiencia como jefe de oficinas de una franquicia. Una responsabilidad que recaerá sobre el otro gran valor de la front-office: Michael Finley. El que fuera jugador de los Mavericks ocupa el puesto de presidente de operaciones y suma una experiencia global en la organización de 19 años. Así, ha coincidido con las figuras más ilustres de la franquicia durante las últimas dos décadas: los propios Nelson y Carlisle, pero también con Dirk Nowitzki y Jason Kidd.
Precisamente será Kidd el encargado de tomar el testigo de Carlisle al frente del banquillo. Ambos compartieron vestuario en 2011 cuando los de Texas conquistaron el primer anillo de su historia. Entonces, el base puso toda su experiencia, veteranía y calidad a disposición del head coach, en cuyo cuerpo técnico figuraban nombres como el de Terry Stotts o Dwane Casey.
Ahora, Kidd será el encargado de dirigir y completar el desarrollo de Doncic, un jugador con el que se le pueden encontrar ciertas similitudes en lo que a talento y lectura del juego se refiere. El técnico se hallará en un lugar interesante pues Carlisle no abandonó su puesto por falta de éxito, sino que se trató de una separación necesaria. Los Mavericks han adelantado muchos más plazos de los esperados durante las últimas dos temporadas gracias a un Doncic que ha pasado de ser una prometedora selección del draft a una gran estrella de la NBA y legítimo candidato a MVP en este breve lapso de tiempo. Además, su experiencia previa como entrenador jefe en Milwaukee y Brooklyn, unido a la reciente etapa como asistente de Frank Vogel en Los Angeles, le ha servido para construir una identidad propia como gestor de vestuarios y corregir los errores iniciales tras protagonizar un salto directo a head coach tras su retirada profesional como jugador.
La figura de Nowitzki también ha resultado –y resultará– vital. La leyenda del equipo recibió recientemente la llamada de Cuban para regresar a la organización en calidad de asesor especial. Solo dos años han pasado desde que anunció su retirada hasta que el gusanillo del baloncesto le ha vuelto a picar. Y poco ha tardado en dejar su huella: tuvo una influencia significativa en la incorporación de Nico Harrison y de Jason Kidd. Así como en la de J.J. Barea, quien pasará a formar parte del cuerpo técnico de Kidd. Los tres, sí, formaron parte de aquella plantilla campeona en 2011.
Todos estos movimientos incorporan otra virtud añadida. Esta nueva distribución de roles estará mucho más delimitada y restringida en cuanto a funciones se refiere. Todos trabajarán juntos hacia una misma dirección, pero sin meter el hocico donde no corresponde. Y eso, por supuesto, también incluirá el rango de acción de Voulgaris, quien debería, a partir de ahora, centrarse exclusivamente en la analítica y la estadística avanzada.
¿Cuál es el primer paso?
El desafío más grande de cara a elaborar el proyecto para la temporada 2021-22 lo abordarán las oficinas lideradas por Nico Harrison y Michael Finley. La irrupción estelar de Doncic obligará a la franquicia a rodear al jugador de las piezas necesarias para competir desde ya.
Para ello, los Mavericks deben decidir si renovar las piezas que salgan a la agencia libre y acompañar estos acuerdos con algún movimiento menor o, por el contrario, afrontar un importante lavado de cara del roster que implique, a su vez, la salida de Kristaps Porzingis. Esta resolución atará de manos a la franquicia a medio plazo a nivel económico, por lo que no podrán afrontarlo a la ligera.
El tope salarial para la temporada 2021-22 ha sido proyectado en 112,4 millones de dólares, con el impuesto de lujo fijado en 136,6 millones de dólares. Los Mavericks tienen comprometidos 90,8 millones para el próximo curso a la espera de lo que ocurra con las opciones de Josh Richardson (11,6 millones) y Willie Cauley-Stein (4,1 millones). A mayores tendrán que decidir si renuevan o no a Tim Hardaway Jr., quien terminó por asentarse como una fiable segunda espada ante la incapacidad de Porzingis de causar un impacto mayor en el juego. Esta será la mejor oportunidad de las que disfrutarán los Mavericks para dar forma a la plantilla. Después se verá afectada por Doncic, quién será elegible para una renovación de su contrato.
Este nuevo acuerdo entraría en vigor a partir de la temporada 2022-23 con un valor proyectado de 201,5 millones de dólares en cinco años, el más alto en la historia de la NBA para un jugador sujeto a su contrato de rookie. A su vez, esta multimillonaria renovación fijará las finanzas de los Mavericks y limitará mucho el margen de maniobra de la organización. De este modo, las decisiones que se tomen este verano repercutirán profundamente en las oportunidades futuras de los Mavericks de situarse como contenders y luchar por el anillo.
A partir de aquí, cualquier relato supone sumergirse en las profundas aguas de las especulaciones. Unas decisiones que, seguramente, vayan de la mano unas con otras. La renovación de Tim Hardaway Jr. puede estar condicionada por las opciones de Richardson y Cauley-Stein, así como por esa hipotética segunda estrella que adquirir a cambio de Porzingis. A su vez, la salida del letón podría verse dificultada por tres motivos: su alto contrato, su reciente historial de lesiones y el deseo del nuevo cuerpo técnico de intentar exprimir todo su potencial.
Evidentemente, la presencia de Doncic es la que ejerce gran parte de la presión sobre la organización. Incluso antes de que firme su extensión de contrato, el reloj ya ha comenzado a correr en contra de la franquicia, la cual está obligada a ofrecerle los mejores complementos posibles, maximizando el dinero disponible, para convencerlo de que Dallas es el destino idóneo para ganar y construir su legado.
Ahora, esa tarea se dosificará sobre distintos nombres, algunos de los cuales, precisamente, ya saben lo que es alcanzar la gloria con los Mavericks.