El despertar de los gigantes

En la mitología universal, los gigantes son humanos de un exagerado tamaño y con una grandiosa fuerza. Se dice que suelen ser criaturas violentas y que nunca duermen. Sin embargo, en el mundo real las cosas son distintas. En la actual NBA, los pívots parecen estar dormidos, parecen no ser capaces de llevarse el MVP de la Regular Season. Desde la temporada 1999-00, ningún jugador de esta posición se ha llevado dicho premio. El último fue Shaq en aquel año, pero eso lo veremos más adelante.

El MVP más parecido a un pívot que hemos visto en estos 20 años quizás haya sido Tim Duncan, pero los dos galardones que tiene los ganó jugando como ala-pívot. Nowitzki fue otro jugador interior que se llevó el premio, pero desde la misma posición que Duncan. Algunos estarán pensando en Giannis, el dios griego de Milwaukee, pero tampoco podemos considerarlo un cinco puro, aunque su físico nos diga lo contrario.

Dicho esto, veamos la evolución del juego interior desde aquel MVP de Shaq en el 2000. ¿Qué jugadores interiores lo han ganado? Y por supuesto, hablaremos de la lucha por el actual MVP entre dos jugadores de esta misma posición, pero con un baloncesto muy diferente. Jokic y Embiid representan el despertar de los gigantes en la NBA.

Shaq, el último ejemplo

El último pívot que ganó el MVP fue Shaquille O’Neal en el 2000, probablemente su mejor campaña individual y colectiva. Aquel año logró ser el jugador más valioso de la temporada regular, pero también del All-Star y de las finales de la NBA. En esa campaña demostró por qué es el jugador más dominante de la historia, un juego que nadie pudo parar. Además, esa temporada supuso el inicio de una dinastía. Los Lakers de Phil Jackson conquistaron los dos próximos anillos, logrando así un three-peat. Shaq como líder y Kobe como escudero formaron la que es para muchos la mejor pareja de la historia de la NBA.

Pero volviendo a esa mítica temporada, las estadísticas del pívot angelino fueron de extraterrestre. Algo muy pocas veces visto en el baloncesto; 29.7 puntos (el mejor registro de su carrera), 13.6 rebotes (la segunda mejor marca de su carrera) y 3 tapones (también su segunda mejor marca). Y aún pareciendo imposible, sus promedios de las finales fueron mejores; 38 puntos, 16.7 rebotes 2.6 tapones, una auténtica animalada. Por supuesto, se llevó el MVP de esa serie en la que los Lakers vencieron (4-2) a los Pacers.

Sin embargo, desde aquella inigualable temporada de Shaquille O’Neal, ningún cinco puro ha conseguido hacerse con el MVP. No obstante, tampoco podemos afirmar que el juego interior haya vivido una crisis. Aunque no fuesen pívots, otros jugadores interiores consiguieron ser los más valiosos de la temporada regular.

Duncan y Garnett, el semi-legado

El caso de Tim Duncan es algo particular, ya que algunos le consideran pívot. Sin embargo, en aquel maravilloso equipo de San Antonio, dicha posición tenía un dueño. David Robinson se retiró en el año 2003, año en el que Tim Duncan ganó su segundo MVP consecutivo además del anillo en esta segunda. Sus estadísticas avalaban su buen juego interior; 25.5 puntos, 12.7 rebotes y 2.5 tapones en 2002, además, el conjunto de San Antonio terminó la temporada en la segunda posición del Oeste, con un récord de 58-24.

Tras los dos MVP de Duncan, apareció otro gigante, pero esta vez en Minnesota. En la temporada 2003-2004, Kevin Garnett firmó su mejor campaña a nivel individual. Promedió 24.2 rebotes, 13.9 rebotes y 2.2 tapones, los Timberwolves acabaron primeros en el Oeste con el segundo mejor récord de la NBA (58-24), solo por detrás de los Pacers. De hecho, aquel año consiguió llevar a la franquicia hasta las finales de la conferencia Oeste, pero cayeron ante los todopoderosos Lakers. Garnett también fue un jugador muy dominante, la zona era suya, pero tampoco podemos considerarlo como un pívot puro, sino como un ala-pívot.

El rescate de los europeos

Tras tres años seguidos en los que dos jugadores interiores se llevaron el MVP, Steve Nash nos hizo esperar dos años para ver a otro jugador interior llevarse este galardón. Fue un alemán quien devolvió el protagonismo a los gigantes del baloncesto. Tras liderar a los Mavericks a las finales de 2006, en las que perdieron (4-2) ante los Heat, Dirk Nowitzki se llevó el MVP de la temporada 2006-2007 tras un año espectacular.

El equipo de Dallas acabó con el mejor récord de la NBA, y de la historia de la franquicia, además, Dirk firmó 24.6 puntos y 8.9 rebotes con un 50.2% en tiros de campo y 41.6% en triples, una muñeca en la que confiar siempre. Sin embargo, aquel mágico año acabaría pronto para el alemán y los tejanos, los Warriors les eliminaron en la primera ronda (4-2). Fue la primera vez que el primer clasificado perdía contra el octavo en una serie a siete partidos.

Fue 12 años después cuando un jugador interior volvió a llevarse este premio. Giannis Antetokoumpo se ha llevado los dos últimos MVP de forma consecutiva, y, además de ser un ejemplo de jugador no estadounidense, inició el despertar de los gigantes que ha culminado este año. En una NBA donde el triple ha ido adquiriendo más y más importancia, el griego nos ha demostrado que se puede ser uno de los mejores sin hacer mucho uso del tiro. Pero el caso que veremos a continuación es algo diferente.

Embiid y Jokic, dos formas de entender el baloncesto

Llegamos la NBA actual, un baloncesto en el que el tiro en general y el triple en particular han adquirido una gran importancia. Ante esta coyuntura, algunos jugadores no han adaptado su juego individual a estas circunstancias, como Ben Simmons, pero otros han evolucionado de una manera espectacular. Podemos incluso hablar de un nuevo tipo de jugador, «el pívot moderno». De hecho, dos de los jugadores de este estilo se están disputando el MVP este año, Joel Embiid (Sixers) y Nikola Jokic (Denver Nuggets).

Jokic, la navaja serbia y el MVP

La temporada de este señor está siendo histórica. Nunca habíamos visto algo similar. El perfecto ejemplo de cómo adaptar tu posición a tu época. No hay algo que la estrella de Denver no haga; anota, asiste, rebotea, lidera, organiza, tira… todo esto en un solo jugador. No obstante, el aspecto defensivo es una de sus mayores carencias, por no decir la mayor.

A día de hoy, no debería haber dudas sobre quién es el MVP, Nikola Jokic. Sus promedios son de escándalo; 26.4 puntos, 10.8 rebotes, 8.5 asistencias, un 40.2% en triples y un 56.6% en tiros de campo. Además, un dato que juega muy a su favor es la cantidad de partidos jugados, todos, a diferencia del camerunés. Los Sixers están primeros, sí, pero la diferencia en el récord no es abismal, ni mucho menos, solo tres victorias de diferencia.

Además, el serbio se ha echado a los Nuggets a las espaldas, con permiso de Michael Porter Jr., cuando no ha estado Murray. Ha sido el líder del equipo de Michael Malone en todos los tramos de la temporada. Es un tipo de jugador que nunca habíamos visto, un perfil casi desconocido hasta el momento, por lo que es el merecedor del MVP de este año.

Joel Embiid, la perfección de los clásicos

El otro gran candidato a este galardón tiene un perfil muy distinto. El pívot de los Sixers, Joel Embiid, ha firmado un año para la historia de la NBA, pero las lesiones han sido, una vez más, el gran obstáculo. Tras una primera mitad de temporada apabullante, el camerunés cayó lesionado el 3 de abril ante los Wizards. Muchos pronosticaron que su temporada ya había acabado, ya que su historial físico no invitaba a ser optimistas.

Sin embargo, volvió mejor de lo que todos, o por lo menos la mayoría, esperábamos. Sus promedios siguen siendo de súper estrella; 29.2 puntos, 10.7 rebotes, 1.4 tapones, un 37.7% en triples y un 51.6% en tiros de campo. A pesar de que las asistencias y los porcentajes no jueguen a su favor en el duelo contra Jokic, la defensa la tiene ganada. Probablemente sea uno de los mejores jugadores defensivos de toda la liga y así lo demuestra noche tras noche. Otro punto a su favor es el ámbito colectivo, los Sixers son los líderes del Este con un récord superior al de Denver.

Sin embargo, el astro africano tiene un punto en su contra que, para mí, inclina la balanza a favor del serbio, los partidos jugados. Por culpa de esa lesión en su rodilla izquierda, Joel Embiid ha jugado 49 partidos, 19 menos que Jokic. Aunque no se lleve el MVP, el pívot de los Sixers nos ha demostrado un enorme abanico de recursos ofensivos al que no estamos acostumbrados, quizá en aras de cubrir esos agujeros que le diferencian, ofensivamente, del serbio. Es una especie de evolución del pívot clásico, dominante por su físico pero con una gran muñeca y agilidad.

Lo que está claro es que los pívots no están en una crisis de juego, es más, nos están demostrando que pueden adaptarse perfectamente a esta época tan peculiar que les ha tocado vivir. Dos pívots luchando por el MVP 20 años después, poético y maravilloso al mismo tiempo.