MALOS TIEMPOS PARA SER UN PÍVOT DE CORTE CLÁSICO

Con estas tres simples palabras en su perfil de Twitter: “I’m back”, anunciaba Drew Timme su vuelta a la universidad de Gonzaga para disputar su temporada senior. Ni una imagen con el uniforme de los Bulldogs. Ni un emoticono que irradiara orgullo. Nada. Solamente tres palabras publicadas cuando apenas faltaban unas horas para que terminara el periodo marcado por la NBA para retirarse del draft. Malos tiempos para ser un pivot de corte clásico.

Los seguidores de Gonzaga recibieron el mensaje con una inmensa alegría. El anuncio de Timme automáticamente colocaba a su equipo como uno de los grandes candidatos al título nacional. Había motivos más que justificados para estar exultantes, no cabía duda. Pero… ¿lo estaba también el jugador? ¿O esos tres escuetos vocablos reflejaban una cierta decepción por no dar ya el salto al profesionalismo?

Lo cierto es que la decisión no fue nada sencilla. Drew Timme participó en el Draft Combine, donde causó bastante buena sensación entre los scouts de los diferentes equipos que allí acudieron. Sin embargo, todos coincidían en una misma opinión, que así comunicaron al jugador: si pretendía jugar en la NBA debería hacerlo en la posición de 4, pero para ello debería desarrollar un tiro sólido y consistente de media y larga distancia que, en estos momentos de su carrera, todavía no posee. Aquella sentencia, agravada por el hecho de que nadie le garantizaba un pick, ni siquiera de segunda ronda, resultó definitiva. Su mejor, y casi única, opción era volver a la universidad donde había crecido como jugador para seguir evolucionando su juego, centrándose en esta ocasión justo en lo que le habían diagnosticado como punto débil. Y, de paso, como premio de consolación, ganar un buen dinero explotando sus derechos NIL, algo que no tenía asegurado en el caso de mantener su decisión de presentarse al draft.

Lo más curioso del caso es que la vuelta de Drew Timme al baloncesto universitario le sitúa de manera inmediata como uno de los favoritos a ser el próximo National Player Of The Year. Sus máximos rivales por conseguir este honor serán Oscar Tshiebwe, Armando Bacot y, quizá en menor medida, Trayce Jackson-Davis quienes, paradójicamente, se desenvuelven en la misma posición que Timme en el campo y tienen características muy similares en el juego. Pero, por supuesto, también adolecen de tiro exterior, tal y como se le había informado a cada uno de ellos en su momento.

Y es que, hoy en día, ser un interior dominante en la NCAA no te garantiza absolutamente nada en el baloncesto profesional, como sucedía antaño. Lejos han quedado los tiempos en los que Hakeem Olajuwon, Pat Ewing, David Robinson, Alonzo Mourning o Shaquille O’Neal arrasaban con sus rivales en las zonas de la NBA tras arrollar también a sus rivales en el baloncesto universitario. La temporada pasada vimos como Luka Garza, leyenda universitaria en Iowa con unos números espectaculares, no conseguía hacerse con un hueco en los Detroit Pistons y apenas contaba con oportunidades tras alzar el galardón al National Player Of The Year en su último año universitario. Y nadie confía ya en que una mole como Kofi Cockburn, un auténtico triturador de rivales durante su estancia en Illinois, tenga posibilidades de lograr triunfar en la NBA.

La NBA moderna busca jugadores polivalentes, versátiles y completos en todas las posiciones. Concretamente los pívots han de ser móviles, con buen desplazamiento lateral, capaces de defender a jugadores exteriores si cambian tras bloqueo, rápidos en la transición, con buena visión de juego, alta capacidad de pase y, por supuesto, un tiro exterior consistente que permita abrir la cancha y despejar la zona para las penetraciones de sus compañeros. El modelo a seguir es el serbio Nikola Jokic, una evolución de los pioneros Pau Gasol o Dirk Nowitzki. Todo aquel que no reúna estas condiciones está condenado a tener que buscarse el pan en otras ligas, en otros lares, tras el casi obligado paso por la G-League, donde vuelven a mostrar su calidad. Pero el mundo del baloncesto profesional es duro y muy exigente. No perdona los defectos: o cumples con los requisitos o no tienes futuro.

¿Qué sería hoy en día de grandes mitos como Bill Russell, Wilt Chamberlain o Kareem Abdul-Jabbar? ¿Tendrían cabida en esta actual NBA? Es difícil decir que no cuando estamos hablando de tres de los mejores jugadores de toda la historia, pero lo cierto es que sus características no encajan con el tipo de pívot que hoy en día triunfa en la liga. Claro, que quizá tenga que volver a salir un gigante dominador para que el modelo vuelva a cambiar, algo en lo que parecen tener cierta fe los responsables de los equipos de la NBA. Porque año tras año, draft tras draft, “los centímetros” siguen cotizando caros, como demuestra el hecho de que DeAndre Ayton fuera elegido con el número 1 en el draft de 2018, que Mo Bamba lo fuese con el pick 6 ese mismo año o que los Golden State Warriors utilizasen su elección número 2 del draft de 2020 para llevarse a un James Wiseman que solamente había jugado tres partidos con su equipo universitario.

Veremos si el movimiento pendular tan propio de otras disciplinas también se aplica en un futuro al perfil de pívot que triunfa en la mejor liga profesional del mundo. Pero lo cierto es que ahora mismo corren malos tiempos para ser un pívot de corte clásico en la NBA actual.

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