La controvertida regla del one and done causa que todos los años haya un considerable número de jugadores que deciden dar el salto al profesionalismo con apenas 19 años recién cumplidos. Unos pocos, los menos, tienen impacto inmediato en la NBA; otros necesitan cierto tiempo antes de adaptarse a los requerimientos de una liga que no tiene piedad con nadie; muchos, no obstante, se diluyen en ligas menores sin alcanzar el potencial que se les intuía. En este artículo analizamos algunos casos recientes, encuadrándolos en cada una de estas categorías.
La NBA es una jungla competitiva en la que, para que unos entren, otros deben salir. Y nadie, absolutamente nadie, está dispuesto a renunciar voluntaria y altruistamente a un jugoso contrato profesional, independientemente de los años transcurridos desde su llegada, su edad o los ingresos que ya haya conseguido acumular en su cuenta corriente. Porque la etapa activa de los deportistas de élite es efímera y el ritmo de vida que llevan resulta insostenible para cualquier mortal. Las exigencias que conlleva formar parte de este mundo son duras y se necesita una madurez y una fuerza mental impropias para unos chicos que, con la mayoría de edad recién cumplida, deben adaptarse a un mundo feroz en el que quizá, con suerte, se perdone un error únicamente si posees un talento baloncestístico fuera de lo común.
Repasando el draft de 2022 encontramos ejemplos claros de lo que supone dar este salto al vacío sin un desarrollo adecuado a nivel deportivo: Malaki Branham (pick 20), Blake Wesley (25), Patrick Baldwin (28), Tyty Washington (29), Peyton Watson (30), Caleb Houstan (32), Max Christie (35), Kennedy Chandler (38), Trevor Keels (42), Josh Minott (45), Kendall Brown (48) o JD Davidson (53) son casos evidentes de jugadores que, o bien realizaron una prometedora temporada freshman en sus respectivas universidades, o bien llegaron a ellas con un hype tan elevado desde sus institutos que les sirvió como aval a pesar de una temporada decepcionante en la NCAA. Apenas han gozado de minutos y oportunidades en aquellos equipos que invirtieron una elección del draft para tener sus derechos. Esta próxima temporada será clave para sus aspiraciones ya que, tras un año de desarrollo en los equipos asociados de la G-League y, en algunos casos, unos minutos residuales en el primer equipo, deben demostrar la calidad que se les supone, el talento que se les intuye y algo del potencial que se les adivinaba. La summer league, despreciada sistemáticamente por algunas de las grandes voces del periodismo patrio, es para ellos una piedra de toque crucial: su futuro más inmediato puede depender de sus actuaciones en ella, ya que la mayoría están bajo un contrato two-way que los equipos deben decidir si ampliar o no. La paciencia, como hemos visto tantas y tantas veces, es una virtud poco extendida entre las gerencias de las franquicias de la NBA, sobre todo cuando llegan nuevos talentos empujando con fuerza tras el proceso de elección de este mismo año. Es posible que muchos de estos chicos se cuestionen ahora acerca si acertaron al presentarse al draft tan pronto, o si quizás deberían haber esperado un poco más y continuar su formación en el baloncesto universitario.
Ayer me centré mucho en el inicio de la temporada de la #NCAA, pero hoy he conseguido sacar tiempo para seguir viendo la evolución de algunos de los chavales que ya están en la #NBA. ¡Cómo está creciendo Paolo Banchero! Y demostrando que tiene carácter de líder. pic.twitter.com/oqMwPq3r3J
— Enrique Peidro (@epeidro) November 8, 2022
Esto es lo que hicieron, por cierto de manera acertada, compañeros de esa promoción como Keegan Murray (pick 4), Jaden Ivey (5), Ben Mathurin (6) o Johnny Davis (10). Un segundo curso universitario, en el que dieron un enorme salto cualitativo respecto a su temporada freshman, les aupó a todos ellos a puestos de lotería y, salvo en el caso del jugador de los Wizards, a disfrutar de la confianza de sus entrenadores disputando minutos importantes con sus respectivos equipos. Y no han defraudado. El impacto que han tenido en sus equipos ha sido grande e inmediato, consolidándose como jugadores importantes en la liga y, salvo lesiones desafortunadas, con la halagüeña perspectiva de una larga carrera por delante.
Otro grupo de jugadores, sin embargo, sí acertaron dando el salto al vacío con solamente un año de formación universitario, aunque su éxito era bastante predecible. Hablamos, por supuesto, de las tres primeras elecciones de aquel draft, Paolo Banchero (rookie del año), Chet Holmgren (a pesar de la lesión) y Jabari Smith (a pesar de no haber despuntado). Pero también de otros que, sin haber entrado en la liga de un modo tan contundente, también han demostrado que tienen cabida en la misma. Jugadores como Shaedon Sharpe, Jalen Duren, Jeremy Sochan o Christian Braun han realizado campañas esperanzadoras, constatando su calidad y confirmando que su elección merecía la pena.
Carmelo Anthony had one of the greatest one and done seasons ever 🔥
— Complex Sports (@ComplexSports) May 22, 2023
🍊 22.2 PPG
🍊 10 RPG
🍊 Second-Team All-American
🍊 NCAA Champion
🍊 No. 15 Retired by Syracuse pic.twitter.com/OiG6g2GEp7
Claro que, si nos remontamos un año más atrás, encontramos un numeroso grupo de jugadores que también reúnen estas mismas condiciones (dar el salto a la NBA) tras un único año universitario de los que apenas nos acordamos ya y cuya carrera en esa liga está en serio peligro. ¿Quién recuerda hoy los nombres de Brandon Boston, Greg Brown III, Keon Johnson, Josh Primo, Jaden Springer o JT Thor, todos ellos del draft de 2021? Muchos de ellos siguen peleando por una oportunidad en la actual summer league, pero ni siquiera ahora, a pesar de una supuesta madurez y evolución en su juego, están destacando demasiado, lo que implica que sea prácticamente impensable soñar con un nuevo contrato en alguna franquicia de la NBA. Sus opciones pasan por seguir jugando en la G-League o buscar nuevos retos saltando fronteras.
El draft de este año no será distinto. Hay demasiados jugadores con poca formación y el consiguiente riesgo de haberse precipitado. En ese grupo podemos encuadrar a Kobe Bufkin, Noah Clowney, Dariq Whitehead, Amari Bailey o Chris Livingston. Jugadores que ni siquiera cumplieron con las elevadas expectativas que tenían cuando pasaron del instituto a la NCAA y a los que un segundo año en esta competición podría haber ayudado mucho, tanto a nivel deportivo, como a mejorar su stock de cara al draft. No lo han hecho y ahora deberán ganarse cada minuto, cada oportunidad, para demostrar que su decisión ha sido la correcta. Claro que esto tampoco es una ciencia exacta. Nada, en ningún caso, garantiza que aciertes. Quizá no arriesgar en este momento de sus carreras también hubiera sido un error. Solamente el tiempo les demostrará si este salto al vacío, desafortunadamente sin red, merecerá la pena o si, por el contrario, se estrellarán contra el duro suelo de una competición inmisericorde como es la NBA.