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WEMBANYAMA vs HENDERSON

ELEGÍA A DON SERGIO SCARIOLO

En el mundo del baloncesto hay una máxima no escrita que proclama que los triunfos son gracias a los jugadores y las derrotas culpa del entrenador. Raras son las excepciones a esta norma: Phil Jackson en los Bulls de los 90 o Pat Riley en los Lakers de los 80 pueden ser un ejemplo de ello, aunque es indudable que contar en sus plantillas con algunos de los mejores jugadores de toda la historia del baloncesto fue un factor determinante para lograr los éxitos que les encumbraron. Pero si hay un caso claro de entrenador a quien atribuir gran parte del mérito de los éxitos de su equipo, ese es Sergio Scariolo.

Porque lo conseguido en el recién terminado Eurobasket 2022 ha superado, con creces, las expectativas del aficionado más ferviente y optimista. Con un equipo sin All Star de la NBA como en anteriores convocatorias (o como sí tenían otras selecciones que quedaron apeadas de la competición mucho más pronto de lo esperado); con tan solo los hermanos Hernangómez (que a la postre han terminado siendo MVP del torneo uno y de la final el otro) y Garuba jugando en la mejor liga del mundo, aunque ninguno de ellos disfrutando de minutos de calidad en sus respectivos equipos; con un Rudy Fernández, capitán ejemplar de la selección, pero con 37 años cumplidos y una maltrecha espalda; con bajas significativas de última hora, como la de Sergi Llull; con la polémica nacionalización express de Lorenzo Brown; con un plantel repleto de jugadores jóvenes sin experiencia competitiva al máximo nivel… pues con estos ingredientes ha logrado conducir a nuestro equipo nacional a la medalla de ora, ganando la final contra Francia en un partido dominado de cabo a rabo. Dado el rival al que vencimos, quizá no sea la expresión más acertada para celebrarlo, pero… ¡CHAPEAU!

Lo cierto es que nadie hubiera puesto el grito en el cielo si esta selección nacional, con estos jugadores, no hubiera pasado la primera ronda, algo que los más agoreros predijeron tras el tropiezo frente a Bélgica. Pero si hay un denominador común en todos los combinados nacionales que ha dirigido Scariolo es el carácter competitivo del que les imbuye. Nunca se dan por vencidos, nunca se les derrota con facilidad, nunca un marcador adverso, por abultado que este puede parecer, es definitivo hasta que el encuentro llega a su fin. Y esto se acentúa según van sucediéndose los partidos y las eliminatorias, yendo de menos a más no solo mental sino también físicamente a medida que avanza la competición.

Esta selección ha sido capaz de superar todos los obstáculos habidos y por haber, partiendo siempre como el rival más débil en prácticamente todas las rondas. Desde los octavos de final, en la que se venció a Lituania en un partido no exento de complicaciones. A partir de la fase de grupos, todos nuestros rivales eran, a priori, equipos más potentes que partían con más posibilidades de victoria: Finlandia en cuartos de final con un Markannen que venía de una eliminatoria descomunal frente a Croacia; la anfitriona Alemania en semifinales; y una Francia que también supo sufrir mucho para alcanzar la anhelada final. Nada de ello, sin embargo, fue óbice para que los chicos de Scariolo sacaran a relucir ese gen competitivo y esa mentalidad ganadora de la que Sergio les ha impregnado.

Algo que no es casual, ni mucho menos. Lo hemos visto durante muchos años, en muchas competiciones, y casi siempre hemos terminado rindiéndonos a nuestra selección. Claro, que en los años anteriores lo achacábamos a la enorme calidad de un grupo de jugadores único, con un talento excepcional. Una generación irrepetible, decíamos, gracias a la cual el baloncesto español lograba subir al podio en todos y cada uno de los campeonatos en los que participábamos. Pero quizá esta apreciación no era del todo cierta. No se trataba de una única generación, la famosa camada de los “juniors de oro”. Tras ellos llegó otra hornada de grandes jugadores que mantuvieron el nivel competitivo. Y tras esa, una más. Y ahora nos encontramos con otro gran triunfo de nuestro baloncesto, en un equipo en el que apenas queda un puñado de representantes de los grandes éxitos anteriores, pero que mantienen y transmiten unos valores, un compañerismo y una camaradería que les hace ser mucho más que un simple equipo de baloncesto, eso que ellos mismos denominan “la familia”. Tras la cual encontramos al gran patriarca, al nexo de unión entre los diferentes equipos, al transmisor de valores, al nuestro seleccionador Sergio Scariolo.

Le ha costado ganarse el reconocimiento unánime de los aficionados españoles. Tal vez por su pasado madridista. Tal vez por su look. Tal vez porque en este país tenemos la fea costumbre de desacreditar a nuestros propios ídolos en cuanto tenemos la ocasión, pero lo cierto es que ha costado tiempo y, sobre todo, muchos éxitos colectivos pasar del  “Gominolo dimisión” a “Don Sergio Scariolo”. Tras este europeo no creo que nadie más dude de su enorme talento como entrenador. Un Eurobasket en el que ha sacado a relucir todo su arsenal táctico, adaptándose a todos y cada uno de los rivales, realizando los ajustes precisos en cada encuentro según convenía a nuestro equipo, sin atarse en ningún momento a unos planteamientos rígidos prediseñados con anterioridad al encuentro. Cada partido era una lección ante la cual los entrenadores rivales no han tenido más remedio que rendirse.

Entre el aficionado español, además de la admiración general que se ha ganado, surge un sentimiento de frustración e incomprensión con respecto a la figura de Sergio Scariolo. ¿Cómo puede ser que un talentazo de este calibre no haya tenido una oportunidad como entrenador jefe en un equipo de la NBA? Su exitoso paso como asistente en los campeones Raptors, sumado a su intachable trayectoria internacional, hacía pensar que alguien se atrevería. Pero ese es un muro difícil de romper. Tampoco el reputado Ettore Messina lo logró. ¿Quién será el primer entrenador europeo, con formación y experiencia puramente europea en conseguirlo? Estoy seguro de que más pronto que tarde los responsables de las franquicias de la NBA se darán cuenta de que en Europa hay mucho talento, no solamente entre los jugadores (como ya ha quedado más que demostrado) sino también en los banquillos. Que habrá grandes entrenadores europeos que logren grandes éxitos dirigiendo equipos profesionales de la NBA. Y entonces nos plantearemos que habría pasado si esta barrera se hubiera roto antes, qué habrían podido conseguir técnicos como Obradovic, Messina o, por supuesto, el propio Sergio Scariolo si les hubieran dado la oportunidad y la confianza necesaria para ello.

Como consuelo, disfrutemos de todas y cada una de las medallas que ha brindado al baloncesto de nuestro país y celebremos que haya sido nuestro seleccionador muchos años. No sabemos todavía con certeza hasta cuándo estará, en cuántos nuevos eventos contaremos con su presencia en el banquillo nacional. Ojalá sean muchos más. La NBA se lo pierde… y nosotros, mientras tanto, seguimos ganando medallas.

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