El teléfono suena en casa de Milt Wagner. Quien llama es su amigo Kenny Payne, antiguo compañero en la Louisville campeona de la NCAA en 1986. Desde entonces ambos han mantenido una relación estrecha, a pesar de que la vida les ha llevado por rumbos distintos.
– Mi más sincera enhorabuena, amigo – espeta Milt tras leer en la pantalla de su móvil el nombre de quien realiza la llamada.
El motivo de esa sincera felicitación no es otro que el recién nombramiento de Payne como “head coach” de Louisville, su alma mater, el equipo que les encumbró a ambos a la gloria.
– Muchas gracias. Pues, precisamente de eso quería yo hablar contigo…
Aquella llamada casual resultó mucho menos inocente de lo que Milt intuía al descolgar. La charla empezó de un modo cordial, pero terminó con la contratación de Wagner como director de desarrollo de jugadores en la organización de los Cardinals, algo totalmente inesperado para este apenas unos minutos atrás. Bueno, en realidad quizá no fuera tan insospechado, pues esa misma situación ya la había vivido años antes, aunque cambiando a algunos de sus protagonistas. Cuando colgó el teléfono, Milt esbozó una leve, aunque casi imperceptible, sonrisa. Una muestra de satisfacción, sorpresa e incredulidad a partes iguales. No. No se trataba de un “dejà vu”. La historia se estaba repitiendo casi de manera milimétrica.
Fue a comienzos de este siglo, en el año 2000, cuando el mismo Milt Wagner recibió una llamada similar para ofrecerle un cargo en el organigrama deportivo de otro equipo universitario. En aquella ocasión fueron los Memphis Tigers quienes se hicieron con sus servicios y el emisor del telefonazo entonces fue su entrenador, el prestigioso John Calipari. “Curiosamente”, poco tiempo después, el jugador de instituto más codiciado y prometedor del país anunciaba su compromiso con los Tigers. Su nombre era Dajuan Wagner y no es difícil adivinar que se trataba del hijo del mismísimo Milt. Calipari sabía perfectamente que el parentesco es un factor que se valora mucho a la hora de decidirse por una universidad u otra. Jugó la carta de contratar a Milt Wagner como cebo para aumentar las posibilidades de conseguir el reclutamiento de su hijo y la jugada le salió perfecta.
Pero avancemos en la historia. Los años pasan y las vidas de nuestros personajes siguen cruzándose. En 2010 Kenny Payne llega a Kentucky para formar parte del cuerpo técnico de unos Wildcats que entonces ya dirige John Calipari. Allí permanece durante diez temporadas, primero como asistente y luego como entrenador asociado. Diez años en los que absorbe como una esponja las enseñanzas del maestro, y no solamente en lo que se refiere a tácticas u otros conceptos puramente baloncestísticos, como muy pronto veremos. Porque ha llegado el momento de dar un salto adelante en el tiempo, y hacia detrás en nuestra narración para volver a la llamada telefónica con la que ha empezado este artículo y que concluye con la contratación de Milt Wagner para formar parte de la organización de Louisville. Siguiendo el reguero de “coincidencias” que ha sido denominador común en esta historia, esta próxima temporada uno de los jugadores de instituto más codiciado y prometedor del país (¿os suena esta frase de algo?) se llama DJ Wagner, es hijo del anteriormente mencionado Dajuan Wagner y, lógicamente, nieto de Milt Wagner. La Kentucky de John Calipari es una de las principales aspirantes a conseguir su reclutamiento y seguir así con la saga, pero el movimiento de Payne ha dado un giro de 180 grados a la situación y ahora es Louisville la máxima favorita para conseguir el compromiso del chaval.
La estrategia que tan bien había funcionado a Calipari en el pasado se le ha vuelto en su contra. Y no es la primera vez que le ocurre. En 2018 Kentucky pretendía conseguir los servicios del center más dominante de instituto, un chaval llamado James Wiseman. Prácticamente se daba por hecho que el chico acabaría jugando a las órdenes de Calipari, pero Memphis realizó un movimiento maestro con el que logró reclutar al jugador: contrataron como entrenador a Anfernee “Penny” Hardaway, quien había sido entrenador en el instituto de Wiseman. La temporada siguiente el objetivo de Calipari era nada menos que Cade Cunningham, el mejor base del país, un jugador diferencial al que tenían prácticamente apalabrado. Pero Oklahoma State contrató como entrenador asistente a Cannen Cunningham, el hermano mayor de la joven promesa y de nuevo Calipari se quedó con la miel en los labios… Por cierto, Cannen fue destituido de su cargo apenas dos años más tarde, cuando ya Cade triunfaba en la NBA y no se le necesitaba en el banquillo de Oklahoma State. ¿Otra “casualidad”?
No sabemos todavía cómo terminará el “affaire” Wagner. Pero todo apunta a que por tercera vez y de manera casi consecutiva, John Calipari perderá al jugador llamado a ser la piedra angular de un proyecto ganador debido a una estrategia patentada por él mismo pero ahora explotada con habilidad por sus rivales. Debe doler mucho tomar tu propia medicina. Y todavía debe saber peor cuando quien te la aplica es, concretamente, quien ha sido uno de tus discípulos aventajados. Es una de las desventajas que tiene ser tan buen maestro.