Las miradas de todos los amantes del baloncesto, especialmente de los fanáticos de la NBA, estaban puestas en los dos partidos disputados el pasado martes, 4 y jueves, 6 de octubre de 2022. Decenas de ojeadores poblaban las gradas del estadio. Las redes sociales anticipaban el gran evento. Dos encuentros en los que, sorprendentemente, no competía ningún equipo de la propia NBA, en los que no había ningún título en juego y cuyo resultado, en realidad, no importaba a nadie. Ni siquiera se trataba de un derbi de la máxima rivalidad entre dos equipos que levantan pasiones. Nada de eso. En realidad, no era más que dos simples partidos de exhibición entre un equipo francés de medio pelo y el Ignite, el conjunto que ha creado la NBA para desarrollar jugadores en la G-League. Algo, a priori, totalmente intrascendente.
Pero sin ser nada, era mucho más que todo eso. Frente a frente, por primera vez, Victor Wembanyama y Scoot Henderson. Los más que probables números 1 y 2 del draft de 2023. Dos talentos generacionales, dos chicos llamados a liderar la reconstrucción de la franquicia que tenga la inmensa fortuna de hacerse con sus servicios. Y, claro está, la propia NBA no podía desperdiciar tamaña oportunidad para orquestar una impresionantemente eficaz campaña de marketing con la que promocionar a dos de sus grandes estrellas del futuro.
Por un lado, el jugador francés Victor Wembanyama, el unicornio versión 3.0, al que el propio LeBron James no dudó en calificar como un “alien”, superando así el apelativo del socorrido ser mitológico que antes enarbolaron, con mayor o menor éxito, otros compañeros como Kristaps Porzingis, Thon Maker, Aleksej Pokusevski o Chet Holmgren. Lo cierto es que el chaval demostró tener todas las características requeridas para convertirse en el oscuro objeto del deseo en forma de tanking de cualquier equipo en aras de una profunda reconstrucción: muchos centímetros, habilidad con el balón en las manos, facilidad anotadora, visión de juego, intimidación… e internacional, un plus que parece estar muy de moda tras los éxitos cosechados por Giannis Antetokoumpo, Nikola Jokic o Luka Doncic. Considerado unánimemente como el próximo número 1 del draft, además de calidad supura carisma por todos los poros de su piel.
En el otro lado del ring, el ejemplar autóctono, un jugador mucho más ortodoxo, un base eléctrico, atlético, veloz, con una impresionante facilidad para penetrar a canasta y anotar desde todas las posiciones de la cancha. Uno de los jugadores americanos más destacados de su generación, calificado con 5 estrellas por todos los portales especializados, quien sigue la estela de alguno de sus grandes referentes, como la actual estrella de los Memphis Grizzlies, Ja Morant. Posible número 1 del draft… de no ser por la fulgurante presencia del francés, cuya figura le relega a una segunda posición, más que apetecible para cualquiera. Para cualquiera menos para él, que no se va a conformar tan fácilmente con ello y piensa pelear al máximo para demostrar que es merecedor de ser considerado para el pick número 1.
Así pues, la NBA encontró un filón que explotar, una ocasión que no podía dejarse pasar. Dos partidos amistosos, en una época del año en la que la propia NBA todavía está disputando partidos de pretemporada, supondría un atractivo enorme, una ocasión única para convocar la atención del mundo del baloncesto y, por supuesto, para generar unos suculentos ingresos en concepto de televisión, publicidad, … Tanto fue así que el evento eclipsó, incluso, la vuelta a las canchas de otro de los grandes iconos del baloncesto profesional americano: Zion Williamson. Nada importaba. Se trataba de vender cada uno de esos duelos como el primero de una larga serie de enfrentamientos entre estos dos jugadores, de crear una rivalidad que rememore aquellas batallas del pasado que encumbraron a la NBA a cotas de audiencia impensables; de preparar el camino, en definitiva, para lo que nos espera a partir del próximo mes de junio, cuando se celebre la ceremonia del draft y ambos jugadores encuentren acomodo.
La diosa fortuna, además, sonrió a los responsables de la NBA regalándonos dos bonitos partidos pero, sobre todo, una majestuosa actuación de las dos grandes estrellas. Victor Wembanyama logró nada menos que 37 puntos, 4 rebotes y 5 tapones, encestando 7 canastas desde más allá de la línea de tres puntos en el primer partido; y otros 36 puntos, 11 rebotes, 4 asistencias, 1 robo y 4 tapones en el segundo, dejándonos algunas acciones asombrosas para un jugador con sus características físicas. Dos actuaciones deslumbrantes y más que necesarias para reafirmarle como el gran talento que es, sobre todo tras su polémica decisión de abandonar el Asvel-Villeurbanne, equipo que disputaba la Euroliga, por el modesto Metropolitans 92, un encuentro en el que apenas competirá. Tras esta actuación ante los ojos de todo el mundo, tiene el número 1 prácticamente garantizado. Lo único que debe hacer a partir de este momento para asegurárselo es no lesionarse en lo que queda de temporada.
Scoot Henderson, por su parte, finalizó el primer encuentro con unos notables 28 puntos, 5 rebotes, 9 asistencias y 2 robos, liderando a su equipo a la victoria y demostrando que tiene carácter suficiente para plantarle cara a cualquiera, superando en el uno contra uno en varias ocasiones incluso al propio Wembanyama. Toda una exhibición digna de muchos más titulares de los que cosechó al quedar un tanto eclipsada por la monstruosidad conseguida por su némesis francesa. No pudo repetir actuación en el segundo encuentro, el lesionarse en un lance del mismo en el que chocó, precisamente, con el gigante francés. Solamente disputó cinco minutos de ese partido, insuficiente para disfrutar nuevamente de su gran talento. No obstante, su calidad quedó patente en el primer encuentro, dándose a conocer a todos aquellos que todavía no habían oído hablar de él.
Más allá de la mercadotecnia y la exposición mediática, fueron dos excelentes ocasiones para conocer a dos de los jugadores que más portadas van a acaparar en un futuro no muy lejano. Muy pronto sus imágenes coparán los fondos de pantalla de los teléfonos móviles de muchos seguidores de la mejor liga del mundo, sus camisetas figurarán en la lista de las más vendidas y sus nombres generarán pingües beneficios a una empresa, la NBA, que ya ha empezado a sembrar las semillas de una rivalidad llamada a ser histórica a todos los niveles. Toca disfrutarla desde su misma génesis, aunque de momento haya mucho más de exposición mediática que de competición.